sábado, 9 de abril de 2011

Materia gris

Mañana hago una barbacoa, ¡yupi!

Con este pretexto, se entenderá que hoy haya pisado un centro comercial para comprar algo de comida (que no carne, por cierto. ¿Sabíais que se pueden hacer barbacoas sin asesinar animalitos? :P Es broma, yo quizá no compre chuletones, pero que cada uno coma lo que quiera).

El caso es que los que viváis cerca de Barcelona sabréis el maravilloso día que hace hoy. Los que no, sólo tenéis que pensar en el día más perfecto del mundo. Pues ese. Los árboles están verdes, las flores en todo su esplendor, el sol calienta sin quemar y el viento acaricia con suavidad. Disfrutar de todo esto no cuesta un centavo y, ahora lo mejor de todo... Todo el mundo puede hacerlo. Mayores, pequeños, ricos, pobres...

Hoy había una barbaridad de gente en el centro comercial. Volviendo a casa, pasando por la autopista, he visto cómo las entradas para otras dos grandes superficies por el estilo estaban colapsadas. Mientras regresaba por el camino de siempre, no había ni un alma en la calle. Parecía que todo el mundo estaba ahí, o en el atasco o tras los muros de cemento de su paraíso consumista en la tierra. Niños, ancianos, padres e hijos. Todos iban en masa a gastarse su sueldo de esclavo en precios que, por cierto, han vuelto a subir.

¿Sabíais que en todo el camino no he visto a nadie observando el precioso día que hace hoy?

jueves, 7 de abril de 2011

Azul profundo

Hoy os voy a contar mis planes a medio plazo, pues ya se han sentado sus bases y puedo hablar de ellos con bastante certeza.

Se han barajado muchas opciones, ha habido decisiones que tomar y el azar ha jugado también su papel. Así, el próximo lugar al que el destino se ha decidido a llevarme se llama Okinawa.

Desde este septiembre y mientras nada malo suceda, mientras mi corazón lata y mientras los cielos y mares de este mundo puedan surcarse, esa isla será mi hogar durante 9 meses.

Si el bullicio de Tokio acompasó un día mis pasos, si el extraordinariamente colorido gris de sus calles se grabó en mi alma hace ya tanto tiempo, quizá cueste de creer que no vaya a regresar para oír de nuevo la campanilla de mi balcón sonar con el viento que mece los juncos junto al río Edo. Duele no regresar a Tokio, duele tener que pasar más tiempo todavía viéndola sólo a través de mis párpados... Pero creo que Okinawa también me mostrará cosas que no olvidaré jamás.

Además, los que me conocéis sabréis que amo más que a nada la costa, el sol, el aire salado del mar... ¿Adónde iban a llevarme esta vez si no mis pasos?

Dejo más cosas y mucho más grandes esta vez al partir. Cuesta un poco más que antes alzar el vuelo, pero no tengo miedo. Sólo me atemoriza una cosa, y lo más gracioso es que estoy segura de que mis temores se harán realidad: Me da miedo enamorarme de Okinawa, de sentir por sus playas blancas la misma adoración que sentí por Tokio. Si el recuerdo de esa ciudad se siente en mi pecho aún como un amor distante y doloroso, temo que Okinawa sea el segundo amor inmenso que haga que mi corazón se esparza de nuevo. Si desde que regresé a mi ciudad natal sabía que volvía sólo con la mitad de mi alma, temo volver de nuevo sólo con un tercio. ¿Que será de mí si termino esparciéndome en pedacitos por todo el mundo?

Okinawa, temo y ansío verte. Pero, pese al miedo... Ojalá. Ojalá, después de conocerte, no sea capaz de vivir nunca más sin tus mares de color azul profundo.