domingo, 30 de noviembre de 2008

4:14 am

No me olvidaré nunca de aquél día de tantos, trabajando en aquél restaurante de tantos, en el núcleo del núcleo de aquella ciudad, con aquella gente maravillosa.
Aquella tarde era como siempre. Atendía el hall mientras tiraba de aquella camisa color crema que, según qué días, me quedaba más corta que otros. Esa tarde respondía a uno de los días en los que era demasiado escueta.
Aunque lo cierto era que pensaba miles, miles de cosas. En uno de ésos días en que había poca clientela, yo sentía que no podía perder el tiempo. Durante los ratos de quedarse de pie y limitarse a observar el no tan extenso panorama, yo pensaba. Pensaba mucho y en muchas cosas.

- Nana, vete al descanso.

¡Bien! Al fin. Correteé por el corto pasillo hacia el altillo donde se hallaba la pequeña salita de descanso, con el techo demasiado bajo como para mantenerse erguido en ella.
Me dejé caer sobre la única superfície acolchada del lugar (pues llamarle sofá sería muy osado) y miré a la otra persona que había allí. Una persona con la que no había hablado nunca.

El señor Watanabe. Un anciando de aspecto benevolente y muy, muy callado. Trabajaba en la cocina, en silencio continuo; descansaba en esa sala con un libro en las manos, en silencio continuo.
De hecho, vivía siempre con un libro y en silencio continuo.
"Si algún día te dice algo... no le hagas mucho caso, ya sabes, es el típico yayo pesado". Eso es lo único que había oído de él. Obviamente no de sus labios.

- Hoy te noto alterada. ¿Tienes algo en la cabeza?

Un momento. ¿Me estaba hablando a mí? No había alzado la mirada de aquél libro, y seguía indiferente, con su gorro de cocina todavía en la cabeza. Su uniforme de inmaculado blanco, sentado en una banqueta de hojalata. Clavaba sus oscuros ojos en las páginas alumbradas por la mortecina lámpara; ojos ya poco visibles tras aquellas gruesas gafas.

- Muchas cosas- Respondí tras asegurarme de que sus valiosas palabras se dirigían realmente a mi persona.

Me sentí halagada. Los diamantes son caros por su escasez (o eso nos hacen creer), por lo que creí que debía apreciar su atención más que la de cualquier otra persona.

- ¿Alguna preocupante?

Medité.

- ...No lo sé.

Pasó la página, suspiró... y leyó varios párrafos antes de responder.

- Hay... un árbol, en el centro del centro del parque de Yoyogi. Es el más grande de los pocos que hay enmedio de la zona de césped. Es enorme, con unas ramas que se extienden en todas direcciones.

Supuse que su silencio me invitó a asentir.

- Sí. Lo conozco.

Continuó tras mi afirmación.

- Siéntate bajo él, apoyando tu espalda en el tronco, y observa las hojas que revolotean por encima de tu cabeza. Mira las tupidas ramas que te impidan ver el cielo, y contempla las hojas que se interpongan en tu vista.

Le miré otra vez, esperando a que continuase.

- Cuéntalas. Una a una. Cuenta las hojas del árbol, y lleva la cuenta en tu cabeza, sin pensar absolutamente en nada más. Si mientras lo haces, un sólo pensamiento te asalta o interrumpe... sabrás entonces que ese pensamiento te está perturbando, y que debes olvidarlo, pues no te traerá nada bueno.




¡Estúpidos de nosotros! Que despreciamos a aquellos que tienen tanto, tanto que decirnos. Tanto en Japón como en este país menospreciamos aquello que consideramos antiguo, lo tachamos de obsoleto y absolutamente falto de sentido.
Nos creemos mejores, más modernos, más preparados, más capaces.
Me pregunto cuántos jóvenes del mundo actual serían capaces de contar las hojas del árbol.
Lo peor es que no creo que los pensamientos que les asaltasen fuesen asuntos de gran importancia, sino cosas triviales y completamente vacuas.
Ojalá. Ojalá pudiésemos contarlas, de la primera a la última.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Así sueno xDDD

Después de que mucha, mucha gente me insistiese en eso de "quiero oírte hablar japonés", voy a hacerlo. Esta soy yo recitando un fragmento de un poemilla que aprendí en clase.

Está en japonés antiguo, así que si los estudiantes del idioma no entendéis gran cosa, no hay de qué alarmarse, es totalmente natural; yo tampoco entendía una palabra hasta que me lo "transcribieron" al idioma actual.

Memo 2
Memo 2.aiff
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NOTA: Mis nulos conocimientos de informática hacen que no tenga ni idea de poner un reproductor en la misma web, así que tendréis que descargarlo desde el link de arriba ^^U


Que sepáis que os tengo que querer mucho para hacer esto. Odio oírme grabada >__<

君死にたまうことなかれ

ああおとうとよ、君を泣く君死にたまふことなかれ
末に生まれし君なれば親のなさけはまさりしも
親は刃(やいば)をにぎらせて人を殺せとをしへ(教え)しや
人を殺して死ねよとて二十四までをそだてしや


堺の街のあきびとの旧家をほこるあるじにて
親の名を継ぐ君なれば君死にたまふことなかれ
旅順の城はほろぶともほろびずとても何事ぞ
君は知らじな、あきびとの家のおきてに無かりけり

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Reflexiones de una escritora novicia a las 23:47 cuando debería estar haciendo un terrible y aburridísimo resumen para la facultad

¿Qué pasaría si no escribiese?

- Que, excepto a estos pocos aunque amados lectores que tengo, a poca gente le importaría.

- Que un día mi cabeza estallaría por acumulación de pensamientos.

- Que mis sueños se marchitarían, como una rosa en un... en un... tupperware.

- Que mi vida sería mucho menos interesante.

- Que no llegaría a odiar a los grandes escritores de la lengua española clásica por su retorcido pensamiento.

- Que mi vida apestaría.

- Que terminaría casada, con hijos, y con un trabajo normal y quizá bien pagado.

- Que dejaría de ser capaz de contar las hojas de un sauce mientras medito.

- Que me preocuparía un poco más por las notas que saco o dejo de sacar.

- Que cuando fuese vieja e infeliz, aparecería una niña de 18-19 años por la tele que se ha hecho escritora, y me retorcería en mis remordimientos de consciencia hasta el fin de mi triste existencia.

- Encontraría un novio aburrido y tendríamos una relación aburrida. Bueno, pongamos, simplemente... que encontraría novio.

- No tendría a nadie a quien amargar la existencia con mis filosofadas. Sobretodo a mi madre.

- Mis amigos no sabrían de qué hablar conmigo.

- Que la gente dejaría de decirme que soy el ser más extravagante que conocen.

- Que Eira nunca habría nacido.

- Que mi gran maestro se decepcionaría mortalmente.

- Que no sentiría ese ansia por entrar en la ducha, el lugar que siempre me inspira tanto.

- Que las faltas de otrografía dejarían de quitarme el sueño.

- Que no tendría nada en que quedarme pensando en el metro, concentrada hasta el punto de pasarme una... y tres paradas.

- Que tendría una vida normal.

- Que mi madre sería más feliz al tener asegurado el futuro de una de sus hijas.

- Que sentaría la cabeza.

- Que dejaría de existir.


Vaya, ¿Creéis que tengo elección?

martes, 18 de noviembre de 2008

No interesa

Ando en mi primera época de trabajos/ exámenes de mi vida universitaria, y la experiencia no resulta demasiado agradable. Aun así, abandonar el blog no es algo que conste en mis planes, así que he decidido crear un híbrido entre actualizar + mis trabajos.

Esto es, poneros un trabajo que hice hace unos días, pues me resultó bastante interesante.

Se trataba de comentar una fotografía elegida al azar y plasmar nuestra opinión sobre ella, en un estilo bastante... literario. Yo elegí esta, y espero que os guste el texto. Es algo bastante en mi línea.





Esta foto de Yonathan Weitzman, un fotógrafo israelí, ganó el primer premio del World Press Photo 2008, en la categoría People in the news.

En ella observamos el vestido de una chica africana, que cuelga del alambre de espino de la frontera entre Israel y Egipto. Según los datos que la fotografía adjuntaba en la página web que la galardonaba, durante los años 2007 y 2008, muchísimos huidos del conflicto en el área de Darfur, en Sudan, cruzaron la frontera ilegalmente buscando asilo en Israel, llegando muchos de ellos a instalarse en Egipto. Al parecer, el gobierno de éste país comenzó a endurecer entonces su política con respecto a la inmigración ilegal, lo cual implicó también una mayor severidad y violencia hacia aquellos que intentasen cruzar sus fronteras clandestinamente.

Este último factor hace de la fotografía que vemos algo todavía más conmovedor. He observado decenas de galardonadas en el mismo premio, pero el contraste de esta foto, los dos conceptos opuestos que representa, resultan conmovedores e impactantes a ojos de cualquiera. Eso es lo que me ha motivado a escogerla.

No es difícil notar las dos fuerzas que dominan en esta fotografía. Sin ir más lejos, el hecho de que esté en blanco y negro, el hecho de que el vestido blanco brille, reluzca con fuerza enredado en el alambre de espino tras el oscuro fondo nos da una pista sobre su significado. Detecto un claro choque de todo lo suave, delicado, frágil y dulce que el vestido representa; con la violencia, dureza, resistencia y frialdad que el alambre del que se encuentra preso nos transmite. No me cuesta nada observar una contraposición de la inocencia con la guerra, del bien y del mal. La fina tela del vestido, su vaporosa y hermosa ropa se enreda, se engancha, se desgarra con las púas y cuchillas del frío metal. Es el corazón humano contra el horror de la guerra, es la vida y la destrucción; un ying y un yang evidentes, apreciables a simple vista.

Comienzo a plantearme quién llevó aquél vestido. ¿Cruzó la chica sola aquella frontera, ignorando los peligros que corría? ¿O lo hizo en compañía de su familia o de un gran grupo de gente? ¿Lo hizo de noche o a plena luz del día? Sea como fuere, ella, sola o acompañada, se opuso al poder, se opuso a las opresiones, y no temió saltar aquella frontera. No le importaron las cuchillas de los alambres, no le importaron las una o diez cicatrices que pudiesen quedarle tras el asalto, ella quería cruzar a toda costa. Podía perder el vestido, podía perder incluso la vida, pero para ella cruzar era lo más importante, tenía más peso que cualquier otra cosa en el mundo. Así de desesperada podía haber llegado a estar. Por la vegetación que observamos alrededor, y por el concepto que todos tenemos de una frontera, no puedo evitar plantearme si su paso hacia Egipto fue mucho más que el saltar aquella valla; fue atravesar el desierto de ambos lados, el sobrevivir a la travesía, pues no puedo concebir a una chica que salta una frontera ilegalmente, llegar a esta cómodamente en coche o todoterreno. Es posible que caminase decenas de quilómetros, que llegase a su objetivo deshidratada, cansada y angustiada, pero que eso no le privase de saltar de todas maneras.

¿Y llegó a cumplir su objetivo? ¿Llegó al otro lado o fue descubierta y aniquilada? No sólo en el momento de cruzar, si no en cualquier otro. ¿Se tuvo que quedar en Israel, vive ahora felizmente en Egipto, o yace ya a tres metros bajo tierra? También he dado por supuesto que se trataba de una chica, pero quizá era una mujer adulta, con su marido e hijos, que quizá perdió a alguien el día del asalto a la frontera. Infinitas son las preguntas que podemos hacernos sobre ella, sobre su origen y su destino, sobre su vida o muerte actuales… e incluso sobre su existencia.

Porque, ¿Quién nos dice que nadie puso ese vestido ahí intencionalmente? Podría ser que todo esto no fuese más que uno de tantos montajes para arrancarnos unas lagrimitas, un burdo plan para hacernos conmover. Podría ser que resultase que los trapos y camisas que cuelgan de los alambres son en la realidad despojos rotos y ensangrentados, lo único que queda ya de sus antiguos portadores. Quizá nada hay de vaporoso, bonito e inmaculado ya en aquellas fronteras, no hay vestidos blancos, sólo dolor; restos de camisetas oscuras, sucias y casi desintegradas, que se mecen con el viento, olvidadas por las personas y por las cámaras, pues nadie se conmueve con un trapo sucio que huele a muerte y a putrefacción, pero sí con el vestido blanco. Los trapos ensangrentados no ganan premios, pero sí el delicado y puro vestido blanco.



P.D: Los lectores de gaiden tienen sorpresita.

martes, 4 de noviembre de 2008

Pregaria

Hoy es un día bastante especial, de eso no hay duda.

Hasta ahora me he dedicado a dejar bastante al margen de este blog mis ideas políticas (que no las personales), pero hoy voy a descubrirme; voy a mojarme un poco. Esto me recuerda a una conversación que tuve con una buena amiga un día que bromeábamos en mi cocina mientras comíamos tostadas con jamón. Me dijo algo parecido a "una escritora, o aspirante a ella, que se precie... debe tener una ideología política y ser algo comprometida". Aquél día nos reímos del hecho y comenzamos a decir tonterías al respecto, pero detrás de la broma había algo de verdad, y es que creo que los "desinteresados" o los que "votan en blanco" bien poco hacen por un país.

Pues bien, os comunicaré, os guste el resultado o no, que soy un ser dedicadamente de izquierdas, progresista y "rojo" como la sangre. Y hoy es sin duda un día de esperanza para nosotros.

Aunque el sentido de "rojo" se queda algo alterado si hablamos de Estados Unidos, pues ahí los tintes van al revés del mundo, pero bueno. No soy americana (ni tampoco me apena la idea de no serlo), por lo que no puedo votar el día de hoy, pero me veo anímicamente obligada a expresar mi apoyo por aquél hombre que se ha ganado mi fe y confianza: Obama. Y diréis... "por si no me encontraba ese nombre hasta en la sopa, ahora va Nana y se pone a hablar del tema." Pues... sí, no hay más que decir. Sin excusas.

Llevaba tiempo viendo cómo el mundo no era más que una repetición consecutiva de los mismos hechos. Las mismas noticias en el periódico y los mismos problemas por todas partes. Una crisis mundial encima, y la gente con la moral por los suelos.

No me malinterpretéis, no creo en los héroes ni en los mesías (al menos en el mundo real, dejadme soñar), pero sí creo en el cambio, en que las cosas pueden hacerse mejor. El hombre que he nombrado anteriormente me ha hecho dar un respingo del asiento; me ha hecho pensar... "Eh, quizá todo no tiene por qué ser tal y como es ahora, quizá haya algo más, quizá puedan hacerse las cosas de una manera distinta". Y me ha hecho tener fe en el cambio. Espero y deseo (no diré por Dios, pues me confieso también atea) que esta madrugada pueda sonreír al ver el resultado de las urnas.

Así pues, mi post de hoy no es informativo, ni creativo, ni ilustrativo... Es un grito de esperanza, un llamamiento y una petición de cambio. Quiero ver las cosas con otros ojos, quiero ver a ése hombre hacer por fin algo positivo, quiero creer que puede hacerse. Y creo que no soy la única, hoy he visto en el periódico la fotografía de una mujer de etnia negra llorando a lágrima viva con una imagen del candidato demócrata a sus espaldas. No creo que esa mujer llorase ni de alegría ni de pena; pienso que lloraba de emoción. Creo que esas lágrimas surgieron en el momento en que proyectó en su mente cómo podría cambiar su vida si su candidato saliera elegido, cuán distinto sería todo para ella; y yo también quiero pensar que será así.

No hay nada asegurado, pero desde aquí, en mi humilde asiento de mi modesta casita en la pequeña Badalona, quiero expresar mi apoyo y mi fe. Sí, quizá me meta en la boca del lobo hablando de política en un blog anecdótico como este, pero me lo pedía el cuerpo, y ya sabéis que soy una persona de impulsos.