viernes, 25 de junio de 2010

Fragmento BS volumen 1: Progreso



Amanda

Ese día, en el casal de verano, me tocaba dar una clase al grupo de segundo de primaria en el aula de informática. En principio dar clase a los críos en esa hora era bastante apetecible, pues no solían molestar demasiado mientras traqueteaban los ordenadores.

Me senté en la mesa del centro del aula y esperé a que entrasen los pequeños en fila india. Ahí venía Jeff, cabizbajo, poco hablador desde que murió su padre. Ni siquiera yo, que se suponía que estudié durante años para tratar con los pequeños, sabía qué decirle cuando le miraba. Era una lástima verle así, pues por lo general era un chico ingenioso e inteligente.

Se sentó taciturno delante de uno de los ordenadores y se esperó a que le diese permiso para encenderlo, al contrario de todos los demás niños que le dieron al botón directamente.

- Bueno, chicos... hoy nos familiarizaremos un poco con las herramientas de comunicación por internet. ¿Podéis darme algún ejemplo?- dije.
- Chats de vídeo- dijo una, - yo hablo con mi papá que trabaja en Armenia desde el ordenador.
- Redes sociales...- saltó otro. - Mi madre no me deja usarlas todavía, pero ella liga con eso...

Todos se pusieron a reír. Yo, para desviar un poco el tema, decidí seguir la conversación por otro lado:

- ¡Bueno! Pero no es sólo eso, ahora gracias a las herramientas de comunicación podemos hablar o escribirnos con nuestros conocidos con facilidad, compartir información sin tener que vernos cara a cara o incluso saber qué día hace en otro país sin necesidad de ir personalmente a comprobarlo. Todo esto supone el progreso de la comunicación interpersonal.

Jeff agachó la cabeza. En una situación normal habría dicho algo, pues siempre lo hacía. Sin embargo aquel día, como los últimos desde el accidente, sólo pensaba en silencio. Decidí invitarle a hablar.

- ¿Quieres decir algo, Jeff?

Me miró de reojo. Dudó un momento y, sin alzar demasiado el rostro, murmuró:

- ¿Y todo esto adónde llegará?

No entendí la pregunta. Yo, profesora, no entendí lo que me decía un niño de 7 años.

- ¿Qué quieres decir?
- Si hay progreso, es porque se progresa hacia algún sitio, ¿no?

Pensé.

- Ehm... sí, claro.
- Entonces, si esto que dices es progreso, ¿se alcanzará el objetivo cuando la gente pueda escribirse cosas sin verse nunca?

Me sorprendió su respuesta.

- Claro que no, Jeff... estas herramientas nos ayudan a comunicarnos con gente con la que normalmente no hablaríamos de no existir éstas. Son algo bueno.
- Pues yo veo a mi hermana hablar por internet con amigos y pienso que serían más felices si se viesen en persona, y a mí me gusta salir a la calle para ver qué día hace... y a mí me gustaría poder viajar con la excusa de ir a comprobar si hace sol o no en la otra punta del mundo. Yo no creo que esto sea progresar, sita Amanda... yo creo que a este paso todos nos comunicaremos sólo con ordenadores y no nos veremos nunca. Todo esto de verdad sería un progreso si yo pudiese hablar con mi padre ahora. Eso sería bueno.

Hubiese podido replicarle, hubiese podido darle alguna explicación convincente de que lo que decía no era del todo cierto... pero no supe cómo contradecirle. Yo sabía de su estado psicológico gracias a un informe escrito que me habían mandado por correo electrónico. Quizás, sólo quizás... si hubiese decidido hablar con él para descubrir por mí misma su estado emocional, entonces hubiese sido capaz de saber qué decirle cuando entró al aula. Quizás, si no hubiese usado nunca un ordenador para investigarle hubiese comprendido mucho más de él.

¿Y es que acaso no tenía razón? ¿Es que no era frívolo tanto texto compartido entre pantallas de ordenador cuando lo que de verdad importa es ver a alguien reír o llorar? ¿Por qué tanta resolución en una webcam si no puede haber algo más más real que un abrazo?

- Yo, Jeff... no sé. No sé qué decirte, la verdad.

Porque ni los teléfonos que programan lavadoras ni las camisetas que informaban de tu tensión arterial tenían sentido entonces. Nada, nada tenía sentido mientras Jeff no pudiese hablar nunca más con su padre. Lo curioso era que algo tan, tan sumamente básico nos resultase más impensable que poder viajar a la otra punta del universo.


Fragmento B.S Volumen 1, capítulo 7

martes, 1 de junio de 2010

¿Qué está pasando?

El mundo entero se viene abajo y no vemos a más que títeres con corbata apuntalándolo, sin saber que lo mejor es dejarlo caer y reconstruirlo de nuevo.

Porque no habrá un mundo mejor
mientras la gente entienda por "libertad"
el poder elegir entre varios tipos de hipotecas.

jueves, 1 de abril de 2010

Destino a...

La maravilla más inmensa, y a la vez la desgracia más grande de mi vida es una:

Haga lo que haga, el camino siempre me acaba llevando muy lejos de aquí.


Hay salida, chicos. Tengo una puerta abierta si las cosas se tuercen aquí. ¿Hará falta cruzarla?


viernes, 26 de marzo de 2010

Tormenta en ciernes

Se acercan problemas, y de los grandes.

Mi carrera de ahora era demasiado bonita para ser real, supongo.

Ayer nos informaron de que por un déficit millonario de la financiación de la universidad, nadie era capaz de asegurarnos la continuidad de la carrera.

Sí, así, como lo oís.

Parece ser que nuestro curso podrá pasar a segundo a duras penas, pero existe la posibilidad de que Estudios de Asia Oriental no pueda ofertarse este año para los nuevos llegados. Eso puede sonar a alivio para los que lo cursamos ahora, pero... ¿De qué sirve hacer una carrera si ni siquiera podemos tener margen para pedir una beca al extranjero y recuperar asignaturas al curso siguiente? Ya creo que no hace falta decir que lo de Taiwán, por desgracia, se ha vuelto inviable. Además, se nos han retirado las ayudas económicas a los becados para el año que viene.

Otro asunto es que se nos ha asegurado el segundo curso. El segundo, nada más.

Estamos haciendo todo lo posible por "salvar" la carrera y lograr la financiación necesaria para que el curso tenga continuidad, que nosotros podamos seguir y que pueda llegar gente nueva, pero la cosa está sumamente complicada. Personalmente, tengo dos opciones a partir de ahora:

1- Que todo salga bien y pueda seguir aquí hasta el final.
2- Que termine segundo y tenga que marcharme a otro país, ya sea asiático o de Europa, a terminar los dos últimos años de la carrera.

Los presupuestos se cierran en Mayo. Hasta entonces... todo queda en el aire.

viernes, 19 de febrero de 2010

Malas noticias

La imagen que guardo en mi mente de Tokio está aún vívivida, fresca y palpitante en mi cabeza. Cuando la añoro a más no poder, a menudo cierro los ojos y recorro las calles mentalmente, recordando cada esquina, cada tienda, cada farola de la calle. Es entonces cuando pienso en lo mucho, muchísimo que desearía volver y ver de nuevo a toda esa gente, todos esos lugares que cambiaron mi vida.

Uno en especial, el restaurante donde trabajé. Su ambiente cálido, su luz anaranjada y sus suelos de madera. Mis compañeros con la camisa de color crema, charlando conmigo detrás de la barra. A veces, ya aquí de vuelta, se me hace la boca agua recordando los sabores de todo el planeta que servíamos en ese pequeño rincón de Shibuya.

Y es que es muy malo, señores, tener un lugar amado muy lejos de aquí. Jamás en la vida negaré que el lugar que piso ahora es mi legítimo hogar, pero esa ciudad y sus callejuelas estrechas son y serán siempre mi segunda casa.


Hoy he recibido un mensaje de Ami. Era corto, claro y conciso:

"Han cerrado el restaurante".

Nunca esperé que una noticia así pudiese afectarme tanto. Una parte de mi vida, de mi experiencia... se ha esfumado con el cierre de esa cerradura. Casi dos años deseando regresar a ese pequeño local se vuelven ahora un sueño imposible: Una parte importante de mi vida en Tokio ha cesado de existir. Y nunca más habrá compañeros en camisa de color crema, ni suelos de madera, ni platos deliciosos, ni luces anaranjadas. Para mí, Tokio es un recuerdo, sí, pero un recuerdo que sé que volveré a ver en la realidad. Mi pequeño restaurante, en cambio... ya sólo podrá existir en mi memoria.

martes, 2 de febrero de 2010

Máxima (2)

Caminando al trote por la vida, escuchando a toda velocidad unas voces que me siempre empezaban con un "¡Con lo joven que eres...!"; ahora, a su tiempo, aprendo de la vida:

No es la cuestión que lo que deseemos se vuelva realidad o no finalmente.
Lo importante es que suceda en el momento y lugar idóneos para que ocurra.


Porque te das cuenta de que un premio en la situación inadecuada puede resultar tan improductivo como un puñado más de nieve en el Antártico o uno de arena en el desierto.

miércoles, 20 de enero de 2010

Difuminada estampa

Parece mentira que ya comiencen a difuminarse las antes vívidas imágenes que prometí grabar en mis retinas para siempre...


Ya casi se me echa la noche encima en Shinkoiwa. Con una bicicleta de color magenta oscuro, con el cestito abollado de tantos golpes, hago tintinear las cadenas, haciendo equilibrismo sobre una estrechísima carretera sin aceras, como si fuese un pasillo entre dos casas que, tímidas, nunca se han atrevido a unirse en una sola.

Hace calor, mucho calor. Las cigarras completan el ambiente con el anaranjado tono del crepúsculo de verano, y se oyen las campanillas resonar desde las ventanas con la suave brisa que trae el río Edo.

¡El río Edo! Allí voy, a tomar el aire antes de que anochezca, pero como siempre... voy algo tarde.

Bajo la autopista elevada que se alza enmedio del río, veo a un hombre rechoncho recogiendo unas cañas de pescar. Me mira por debajo de su desgastada gorra roja y sonríe:

- ¡Gaijin-san! Llegas un poco tarde para contemplar las vistas, está anocheciendo.
- No señor, ¡precisamente llego en el mejor momento!

Sí... cuando las luces de las casitas se reflejan en el agua, enmarcadas por los altos juncos.

- Ya bueno... quizás la noche sea hermosa en el Edogawa, pero deberías verlo de día también.
- No se preocupe, señor... tengo toda una vida.



Te echo de menos, Shinkoiwa.


Fuente: http://shinsato.cool.ne.jp/twilight%20s%20english.htm

¿Miedo?

Últimamente mi vida ha tomado una estabilidad, una forma tan definida (y tan hermosa), que me cuesta escribir sobre estímulos concretos, pues mis letritas y yo nos despertamos cada vez que, entre la superfície lisa, vemos sobresalir la punta de un clavo que obstruye el camino y que altera el tacto. Lo investigamos, lo intentamos comprender... y luego le contamos al mundo que existe tal clavo.

Pero, ¿sabéis que pasa? Que últimamente esa superfície lisa no sólo no tiene imperfecciones, sino que patina, me prácticamente obliga a deslizarme sobre ella a toda velocidad. Es casi perturbador cuando sientes que tu única obligación es dejar que las cosas fluyan y sigan su curso natural. Lo de perturbador viene, básicamente, porque te sientes un poco inútil. Piensas "Jo, ¿no hay nada que arreglar?"

No, Nana. Ya está todo. Ya has terminado, ahora siéntate, relájate... y disfruta un poquito. Es entonces, en el momento en que te sientas sonriente a descansar... cuando surge algo nuevo, el "estímulo" de mis letritas: El miedo.

Los que bien me conocen saben que yo no temía a nada en la vida. Cuando digo nada... quiero decir na-da. Ni a la muerte, ni a la soledad, ni a la excesiva compañía (que es destructora dinamita para alguien que ama crear)... ni a nada. Me marchaba sola a la otra punta del mundo con menos años de los que podía contar con todos los dedos de mis manos y mis pies, y no miraba atrás. Ahora, tres años después, marcharme de nuevo me causa un poco de congoja: Sí, es el miedo.

Miedo a perder lo que una ha construido, el castillo con torres y puentes levadizos que no sólo ha alzado piedra por piedra, sino que encima ha defendido de malhechores y malvados dragones. "Nana... ¿y si te marchas y alguien destuye tu castillito?" Y no hablo de este blog ni de mí misma como individuo, no... hablo de mi vida diaria, de lo que pasa frente a mis ojos desde que los abro hasta que los cierro: Ese es mi Imperio. Es humilde, no tiene mucha población ni grandes extensiones de tierra, pero lo adoro con toda mi alma.

Hay una diferencia crucial entre el momento en que me marché al Sol Naciente y el de ahora: Cuando me fui hace ya casi tres años, deseaba desconectar del universo en el que vivía más que nada en el mundo. Quería dejar de ver cada día el mismo sitio que de alguna manera aborrecía, y deseaba conocer ambientes nuevos que me trajesen todo aquello que sabía que debía conocer. Ahora, en cambio... se trata de un cambio tajante e incisivo (que no indeseado, pues prevalece el ansia de aprender) en una rutina que quiero conservar. Ahora, querido diario... me costará un poco no mirar atrás.

Y entonces pienso... ¿De qué hay que asustarse? ¡Si yo misma construí los muros del castillo! Sé que no van a derrumbarse a la primera, ya me aseguré de ello. Y si por un casual se cayesen... los reharía aún mejores. Quizás todo lo que encuentre en esa pequeña isla tan alejada de esta ciudad me enseñe cosas con las que sentiré que no podría haber avanzado jamás... Y que renunciar a una experiencia así, como bien dije hace unos posts, nunca sería mi estilo. Porque, con hermosa rutina o sin ella y me creas o no, tú que me lees... soy la misma de siempre.

P.D: Siento si me he puesto demasiado filosófica hoy, tenía ganas de vomitar metáforas :P

sábado, 2 de enero de 2010

Libreta en blanco

¡Bueno! Estrenamos 2010. No hace falta decir eso de "feliz año nuevo a todos"...

AVISO: El siguiente texto no es más que un seguido de reflexiones tontas sin orden establecido.

Mi 2009 empezó sumamente mal (carrera que detestaba, añoranza japonesa, amistades trastocadas...) y terminó sumamente bien (gente MARAVILLOSA, un nuevo comienzo estudiantil y un nuevo hogar). ¡Mejor que nunca!, más bien dicho. La clave ha estado en quitarse pesos de encima (algunos muy GORDOS), en lugar de buscar añadir ese no-se-qué que pensamos que le falta a nuestra vida. Resumiendo... sintetizar, no complicar las cosas.

Este año va a ser un nuevo cambio. Supongo (aunque ya se sabe que nunca se puede suponer nada, porque la vida da muchas vueltas...) que se parecerá bastante al 2007: Un año que sabe a despedida. Seguramente todo lo que haga y diga lo haré con esa penita en el fondo del pecho, pensando en que vuelvo a marcharme.

Porque... ¡Taiwan! Qué agradable sorpresa el poder viajar de nuevo para quedarme a largo plazo. Adoro ese sentimiento, esa "purificación" de volver a empezar de cero en otra parte, por mucho que sepas que has de volver... Sí que me da miedo tener que volver a pasar por ese horroroso trance que es la readaptación una vez se vuelve a casa... pero espero que valga la pena.

Muchas cosas me quedan por vivir, muchas más por explicar. Espero contar con vosotros un año más.

Nana