viernes, 30 de mayo de 2008

Comprender

Mi sueño desde hacía años era venir aquí, no es nada nuevo. Recuerdo que lo tenía en mente desde muuucho tiempo atrás. Sin embargo lo más duro fue confesarlo.
Recuerdo la primera vez que decidí informar a mi família (a mi madre) de que había tomado la decisión de marchar al país del sol naciente. Tendría entre 13 y 14 años y jamás había pronunciado una palabra sobre ello a pesar de lo mucho que ya había rondado por mi mente la idea.
Así que decidí hacer uso de mi mayor arma de expresión, que es la palabra escrita.
Le escribí una carta a mano mientras me temblaba el pulso, pensando con certeza en lo infinitamente estúpida que me creería ella al leerla.
La dejé encima de su almohada por la noche y me marché a dormir. Siempre quise saber qué cara debió poner mientras la leía de madrugada.

Al venir me encontré con un problema bastante grande. El "y ahora qué". Había recorrido todo el camino hasta aquí, pero ahora que ya había puesto los pies en éste país... ¿Qué iba a hacer?
Sabía muy bien que la vida no se acababa aquí, que tenía que pensar en un futuro. Siempre había sabido lo que me interesaba: Asia, Japón, los misterios del lejano oriente... pero no alimentando mi pasión en un sentido friki ni con interés por las nuevas tecnologías, sinó con una misteriosa atracción por... comprender.
Y allí fue cuando lo entendí todo.
Cuando fui a España el Abril, tuve una pequeña conferencia en mi antiguo colegio. Era la primera vez que iba a hacer una "conferencia" para hablar nada más que... de mí. Era raro. El mejor profesor que he tenido nunca contactó conmigo para que fuese a contarles a los alumnos qué había hecho de mi vida.
Acabé contándoles muchas cosas sobre la presión de la sociedad japonesa; el tener que estar graduado en la universidad y casarte antes de los 30 para ser alguien; el que esté mal visto ser diferente, el que nunca se quejen del trabajo delante de nadie, por mucha confianza que te tengan... Les hablaba de cosas que a los españoles les (nos) pondrían los pelos de punta; hasta que una chica me hizo la pregunta mágica:

-¿Pero ya te gusta un país así?

Entonces, en un segundo, me teletransporté a una conversación con un compañero de clase (de Shanghai), que tuve semanas antes. Le contaba con entusiasmo cómo quería estudiar chino y hacer mi añito en China también cuando alguna época me lo permitiera. Turbó el rostro y me dijo muy serio:
- Creo que si fueras a China, al ver lo que hay allí no te gustaría y no querrías volver.
No he estado en China (todavía), pero estoy segura de que no será así. Me ha pasado lo mismo con éste país, y creo que me ocurriría con todos... He aprendido a comprender.

He aprendido que no hay nada malo ni bueno, que todo tiene dos lados, y que si aprendemos a comprender sabremos que hasta lo más cruel y terrible tiene un motivo.

Cuando aprendes eso te vuelves tolerante, y por lo tanto no concibes la idea de que un país no pueda gustarte por que sea diferente al tuyo, por que eso es lo que es, ni mejor ni peor... diferente.
No podía evitar pensar esa vez en aquella clase de Historia de segundo la ESO, cuando un profesor dijo que "Los terroristas de un lado son los héroes del otro".

Así que ahí lo entendí todo. He encontrado mi camino. No hay un "ahora qué". He decidido cojer mis dos armas: La palabra y la comprensión.
No sé hacer otra cosa, lo prometo.
No soy capaz de concebirme con un traje corbata y sirviendo cafés al jefe mientras hago fotocopias. No me puedo imaginar sentada en un bar repipi con un ordenador portátil sobre la mesa, escribiendo informes con aire de superioridad mientras me tomo un capucchino de 5 euros. Se me dan mal las matemáticas, la informática, la distribución en general. ¿Qué sentido tendría estudiar economía? Sería cavar mi propia tumba; el túnel directo al traje corbata.
Voy a hacer de mi trabajo el comprender y escribir, y sobretodo... el hacer comprender. ¿Alguien adivina de qué se trata? ;)