martes, 29 de julio de 2008

Pequeño comunicado.

Hoy toca un post sosete y aburrido para anunciar que he colgado en el Gaiden el cuarto capítulo de mi humilde novelita.

Hoy una buena amiga me ha enviado un mail diciéndome que se la está leyendo y que admiraba que tuviese valor de colgarla, que no me diese vergüenza a pesar de que una novela es algo muy íntimo que sale de uno mismo...

Claro que me da mi cortecillo, no soy de piedra, pero me encanta creer que sin valor no se consigue nada, y quiero seguir esforzándome a escribir todo lo bien que pueda para conseguir que vosotros me concedáis en inmenso e impagable honor de leerme.

Sinceramente, me sorprendió mucho, muchísimo, el éxito que ha tenido la mini-historieta autobiográfica de "Lo que nunca seré". Cuando la colgué pensé que me había quedado un poco demasiado larga y que a los lectores os daría palo leer, que apenas habría comentarios... Pero no sabéis lo que me alegró que no fuese así. Mucha gente incluso me ha enviado mails comentándome su positiva opinión sobre ésa pequeña narración, y la verdad es que me ha hecho muy, muy feliz.

Animo a todos los que sonreísteis aunque fuese un poquito con "Lo que nunca seré" a leerse mi humilde novelita, pues no es corta ni mucho menos, y comprendo que de palo... Pero sería para mí un honor contar con vuestro apoyo, incluso más de con el que cuento ahora, que no puedo ni mucho menos quejarme ;)

En pocas palabras y resumiendo, que os quiero y os adoro. Punto.

lunes, 28 de julio de 2008

Granizado de vinagre de manzana

Ayer fue un día productivo, aún no se como en un solo día se pueden hacer tantas cosas.

- Me levanté a la hora de las gallinas
- Hice las tareas, ya se sabe, colada, preparar el desayuno, tender la ropa, limpiar un poco mi pocilga, vestirme, peinarme...
- Reunirme con mis compañeros de residencia en el Hall del edificio e irnos a la playa.
- Ir a la playa de Kamakura, que está en el culo del mundo (1 hora y pico en tren)
- Pasar la mañana ahí
- Ir a comer
- Volver a la playa
- Achicharrarme
- Buscar un puesto con duchas para poderme ir visible a trabajar
- Encontrarlo
- Ducharme
- Volver a Tokyo
- Irme a trabajar y llegar a tiempo y todo.
- Salir del curro e irme a cenar con una amiga.

A veces tengo la sensación de que el tiempo se para para mí cuando me conviene xD

El caso es que entre el "Ducharme" y "Volver a Tokyo" pasé por una tienda 24 horas donde vendían algo parecido a granizados. Vi uno que tenía dibujada una manzanita en la pegatina de la máquina y dije... ahí que voy.

Pero al empezar a beberlo me dí cuenta de que no era manzana, sino... vinagre de manzana. Vamos, como si coges el vinagre, lo congelas, lo picas y te lo bebes felizmente.

Desde que vine aquí he aprendido a no hacerle ascos a muchas cosas (aunque siga sin poder con el wasabi y el nattou), así que con todo mi valor me bebí el granizado de vinagre de manzana de 100 yens (60 céntimos) enterito. Que a ver, a mí que me gusta el vinagre... pude soportarlo, pero desde luego no es lo mismo tomarlo con una ensalada que en granizado.
Lo malo no fue el momento, sinó el después... Eso de que durante horas y horas todo te sabe a vinagre.
Fue algo desagradable irme a trabajar roja como una gamba, con la espalda escociendo y la boca con sabor a vinagre. El caso y moraleja... si véis en japon un puesto de granizado de manzana... preguntad primero si es manzana de verdad XD


Aquí el objeto del crimen.

viernes, 25 de julio de 2008

The Sky Crawlers

Hoy va, mira por donde, de una película (o novela en su defecto). Ya era hora que hiciese algún review de vez en cuando.

Descubrí (resumiendo, es una larga historia) la existencia de éste título debido a que muy pronto, de mano de Mamoru Oshii (director de la película de Ghost in the Shell), iba a estrenarse una película de anime basada en la novela homónima de Hiroshi Mori.

Descubrí mas tarde (veis que descubro muchas cosas xD), que no es un libro sinó cinco los que existen sobre ésta historia, y que la película está basada en uno de ellos. Puedes leerlos en el orden que quieras y seguir entendiendo la historia, así que decidí hacerme con uno (distinto al de la película, por que si no vaya gracia). Ésta es actualmente mi lectura del tren.

Resumiendo muy muy muy básicamente, el argumento principal trata de una guerra en la que participan chicos jóvenes como pilotos, que tienen la peculiaridad de que no envejecen; viven por siempre o como dicen ellos, "No morimos hasta que nos matan en el cielo".
Ésto plantea muchos discursos (brillantes por parte del autor), sobre por ejemplo... ¿De qué le sirve al ser humano envejecer o querer madurar si uno puede morir al día siguente? O simplemente cuestiones tan básicas sobre qué significa realmente la vida o qué sentido tiene seguir viviéndola.

Os pongo el tráiler de la película (el corto, los hay hasta de 5 minutos):



Y para acabar, mi humilde traducción de la primera página que me encontré al abrir el libro; que os ayudará un poco a entender en el ambiente más bien oscurillo de la historia.

Si quieres ver lo más hermoso.
Si quieres sentir que estás vivo.
No hay una muerte más hermosa que ésa.

Aquellos que derraman lágrimas en tiempos de revolución,
sólo aquellos que conocen el olor de la sangre, gritan.
Espera, que te mostraré ahora
cómo te agarro del cuello con éstas manos.

Todas las cosas de éste mundo construídas de puras mentiras
destrúyelas, cultívalas
y reinventa entonces una raza maravillosa.

Tan sólo las personas que luchan
pueden palpar, aunque sea un poco
más allá de las fantasías del ser humano.
Todos los demás
aquellos que se llaman "adultos"
no son más que una imagen artificial, basura podrida.

¿Tú también eres basura?

Si quieres comprobarlo, lucha.
Si quieres saber quién demonios eres,
lucha hasta la muerte.

Antes de que quiebres, antes de caer.



Espero ver la peli pronto, y a ver qué tal =) Me gustaría que hiciese justicia al libro, pero éso lo veremos cuando salga aquí el 2 de Agosto... y en España... vete a saber cuando.

jueves, 24 de julio de 2008

Cartel de aviso de retrasos

Desde luego una de las frases que más decimos los españoles al pisar éstas tierras es la archiconocida "Qué modelnos son éstos japoneses".

Hoy he tenido que pronunciarla. Hace tiempo que lleva puesto éste invento en las estaciones principales de tren, pero anoche hubo un terremoto y esta mañana algunas pequeñas repeticiones por todo el área de Kanto, y éste ha tenido bastante utilidad a día de hoy.

Se trata de unas pantallas planas que hay colocadas en las entradas de las estaciones, que simulan un mapa virtual de todas las líneas de tren. Cuando en alguna hay algún tipo de alteración, retraso, cancelación, etc; se muestra en la pantalla la zona afectada en color iluminado.

Al principio no le veía demasiada utilidad, pero hoy que debido a las repeticiones se han parado algunos servicios en las estaciones de shinkansen, he visto a bastante gente atenta a las pantallas para saber si su línea estaría afectada.

Aquí una imagen vale más que mil palabras:


Ésta es una foto que tomé hace unos días. Sale iluminado un tramo de la línea Odakyu. Pone el nombre de ésta, lo que ha ocurrido (retraso), el motivo, el tiempo del retraso, el tramo afectado y la dirección, la hora a la que empezó, y en éste caso no lo pone; pero muchas veces te dice a que hora se estima que recupere la normalidad y qué transbordos alternativos puedes hacer desde la estación donde estás mirando para evitar pasar por ahí.

En España me pregunto si ésto funcionaría. Seguro las líneas del mapa estarían iluminandas en su totalidad a todas horas del día, o igual sólo considerarían "retraso" algo de más de 15 minutos, como ya tienen el morro de decir a veces.

martes, 22 de julio de 2008

Lo que nunca seré.

Decir "sábado por la noche en Shibuya" supongo que para los entendidos no requiere demasiada explicación.

Subí las escaleras de madera que llevan de mi enterrado puesto de trabajo a la superfície; al mundo real, si es que a Shibuya se le puede llamar mundo real.
Contemplaron mis pupilas cansadas los carteles de luces de colores, esos que tantas veces había visto en fotos desde años atrás, esos carteles que tanto ansiaba ver entonces. Debo decir, no obstante, que los veía algo borrosos; el cansancio me turbaba.

Retumbaba en la ciudad el sonido de la música que suena a todas horas en aquellas calles. Los altavoces colgados de las decoradas farolas suenan siempre al unísono por todo el barrio; no existe el silencio en Shibuya. Tampoco la calma, ni la naturaleza, ni el césped. No existen la oscuridad ni el descanso, ni el día ni la noche.

Pocos, apenas unos cientos de pasos separan mi trabajo de el archiconocido cruce de Shibuya, que tan majestuoso me pareció el primer día, y ahora era no más que parte del camino a casa.
Esa noche de tantas me coloqué como siempre mis cascos y encendí la música. Sentía el traqueteo al caminar de los trastos que se meneaban dentro de mi bolso. Tenía la frente algo húmeda de sudor, el calor veraniego era intenso y se me pegaba en la piel.

No sentía los pies. De verdad, no los sentía.
11:48 de la noche en Shibuya, Japón, y todo el mundo parecía divertise de fiesta menos yo. "Pringada", pensé, y seguí mi camino hacia abajo.

De repente noté una presencia que correteaba a mi lado. Al mirarle ví que esa persona parloteaba algo exasperadamente, algo que con la música no podía oir. Me quité un casco.

- ¿Qué?- Dije algo más alto de lo que requería la situación.

El joven, con una camisa blanca algo desabotonada y una corbata desabrochada, tenía ése pelito negro tan típico del país, corto y despeinado a posta, pues olía a espuma fijadora. Tenía la piel bastante oscura y los ojos sorprendentemente grandes para lo que, podría decirse, se espera de un japonés. Empezó a pronunciar torpemente algo que no entendí.

- ¿Perdona? - Le dije en el idioma que él debía comprender necesariamente.

Volvió a repetirse en ése extraño lenguaje. ¡Ahora lo entendía! Estaba intentando hablarme en inglés. Pobrecito.
Al ver mi cara de póquer se aventuró a hablarme en su lengua materna, cosa que agradecí:

- ¿Hablas japonés?
- Sí.
- ¡Genial! Ahora sí que sé seguro que tú vas a ser mi esposa.

Me quedé muda. ¿Qué?

- ¿Disculpa?

- Sí sí. Es que te he visto desde lejos y he dicho...¡Ésta chica va a ser mi esposa!

- Esto… ¿No crees que has bebido algo demasiado? – Personalmente yo no lo creía, no olía a alcohol y su forma de hablar parecía totalmente serena. Sin embargo sus palabras daban a entender poca cordura.

- No he bebido, te lo prometo, esposa mía. ¡Es el destino! ¿Nunca has visto a alguien y has sabido que tienes algo especial con ésa persona?

- No. – Mentí.

- Pues yo sí, hace pocos segundos, contigo. De verdad, normalmente no es que vaya atacando a las mujeres por la calle, pero es que contigo tenía que aventurarme.

- Ah… me alegro por ti.- Seguía caminando en la misma dirección sin detenerme, mientras él se iba cruzando delante de mí.

- ¿De dónde eres?

- ¿Te importa?

- Claro que sí, eres mi futura mujer.

-

- Venga, va, por decirme de dónde eres no te vas a morir.

- España. –Seguí caminando sin mirarle.

- ¡España! ¿Y tu nombre?

- Eso sí que igual me muero si te lo digo.

- Oh, venga.

- Olvídalo.

- Bueno, pues yo soy Kenta. Encantado, futura esposa.

- No soy tu futura esposa, Kenta…

- ¡Oh, me has llamado por mi nombre!, creo que voy a llorar… - Se puso la mano en el corazón. – Si no quieres que te llame futura esposa, dime tu nombre.

- Nana. ¿Contento?

- Nana… Bien, pues Nana.

- Qué.

- Cásate conmigo.

Me detuve en mis pasos, escandalizada. Curiosamente su tono no sonaba propio de un pervertido ni mucho menos de un borracho, es más, ni siquiera se me había acercado más de lo que se podría considerar “invasión de mi espacio vital”. No entendía la mente de ése chico. Era medianamente guapo y bastante alto, ¿Por qué tenía que rebajarse de ésa manera para hablar con cualquier chica? Le contemplé con los ojos abiertos de par en par y ladeé la cabeza.

- Kenta, creo que deberías irte a casa, descansar, y aclarar tus ideas.

- No, prefiero quedarme aquí contigo.

Puse los ojos en blanco. No podía creérmelo.

- Mira, llevo trabajando 15 horas y no me siento los pies, si tengo ganas de algo ahora es de irme a casa y descansar, así que tampoco te quedarías conmigo, pues yo me voy ya.

- Pues dame tu teléfono y prométeme que saldrás conmigo aunque sea una vez.

- Por favor… - Gruñí resoplando.

- Oh, vamos, ¿Acaso has salido con un chico japonés alguna vez?

- Eso no es de tu incumbencia.

- Bueno, es verdad que no lo es, pero yo soy japonés y tú española, seguro que tenemos mucho que aprender el uno del otro. Mira, te llevaré a dar un paseo en bicicleta por el puerto hasta el atardecer, luego iremos a algún festival de verano a comer yakitori y ver los fuegos artificiales; tu llevarás el pelo recogido y un precioso yukata de flores rojas, y yo llevaré el mío, que será sencillo pero elegante. Te enseñaré todo lo que sé de éste país y tú a cambio me lo dirás todo sobre ti, y así tú conocerás Japón como nunca y yo ya estaré contento con conocerte.

- Eso no va a pasar…

- Oh, vamos. Jugaremos a descubrir cada día algo nuevo los dos; te haré sentir como en casa en éste país de extraños, borraré de tu rostro ese gesto de cansancio. Yo seré el Shogun y tú serás mi Geisha, o si lo prefieres, tú mi princesa y yo el súbdito; prometo que contigo yo haría que no quisieras marcharte de aquí jamás.

Me quedé muda. Volví a pararme. No por que ésta vez quisiera, sino por que ya había llegado al cruce, que me prohibía el paso con su luz roja. Entre la multitud, le miré a la cara por primera vez.

- Kenta, lo que dices es muy bonito, pero lo siento… Tú nunca serás mi Shogun, y yo nunca seré tu Geisha. No te conozco ni creo que vaya a hacerlo más de lo que lo he hecho ahora. Sin embargo reconozco que no ha sido malo del todo el paseo hasta aquí. Así pues. – El semáforo al fin se puso verde. – Adiós.

Se quedó parado y yo seguí avanzando entre la gente. Le oí gritar:

- ¡Volveré a encontrarte! Por que ya sabes, eres mi futura esposa.

La gente me miró con mala cara. Crucé hasta el lado de la entrada de la estación. Al llegar no pude evitar mirar hacia atrás y ver el bordillo opuesto del cruce, donde él se había quedado. Cuando los coches volvieron a pasar y borraron de mi vista el otro lado de la acera, sonreí levemente.

Kenta. El chico que nunca sería mi Shogun. En el fondo le agradecía los pocos minutos en que intentó crear en mi mente castillos de papel, intentarme hacer ver el mundo de otra manera y hacerme imaginar una vida totalmente diferente. Hablaba de volver a encontrarme, en una ciudad enorme y fría, donde es casi imposible poder cruzarse con un conocido dos veces en la vida.

No iba a volver a verle nunca, eso era evidente. ¿Y si me hubiese atrevido a dejarle entrar en mi vida? Supongo que la desconfianza que los seres humanos tenemos los unos con los otros es demasiado implacable. Nunca caminaría a su lado con mi yukata de flores rojas; no existía ese yukata. No habría fuegos artificiales.

No obstante, imaginar que hubiera podido ser así me hizo sonreír por un momento a pesar de todo el cansancio que mi cuerpo acarreaba. Sin darme cuenta me había olvidado del dolor en mis pies y mi rostro se había recobrado. Kenta al menos había cumplido algo, y era borrar por completo mi rostro demacrado por el cansancio.

Le agradecí el favor en mi mente, yo, aquella que nunca sería su Geisha.

miércoles, 16 de julio de 2008

Haiku del día

Ya está decidido el día de mi vuelta:

26 de Agosto.

A pocos días y aún menos noches para volver, os dejo con un haiku con el que algo me identifico:

君行くや
柳緑に
道長し


kimi yuku ya
yanagi midori ni
michi nagashi

Te marchas tú.
Entre los verdes sauces,
qué largo el camino.


Yosa Buson

domingo, 13 de julio de 2008

Kimi ga yo

Para celebrar la apertura de mi rinconcito de musiquita que podréis escuchar voluntariamente mientras leéis este humilde espacio, os voy a culturizar un poquitín sobre Japón.

El himno nacional, se titula "Kimi ga yo". Su letra dice:

君が代は
千代に八千代に
細石(さざれいし)の
巖(いはほ)となりて
苔の生(む)すまで


kimi ga yo wa
chiyo ni
yahiyo ni
sazare ishi no
iwao to narite
kake no musu made

Para traducirlo empezamos bien. Para empezar el título ya es intraducible al castellano. Sería literalmente parecido a "Tú eres épocas", y teniendo en cuenta que ése "tú" es el "Kimi" que se usaba para referirse a la realeza antiguamente, y el sentido figurado del kanji de "yo", "época", podemos traducirlo al español como:

Que su reinado, majestad, dure por eras enteras.

(¡Bienvenidos al interesante mundo de la traducción y sus complicaciones!)
En fin, de prisa y rapidito, la traducción de la letra (no literal, pues es imposible...)

Que su reinado, majestad, dure por siempre.
Mil generaciones.
Ocho mil generaciones.
Hasta que los guijarros
se conviertan en rocas
y de ellas brote el musgo.

Recuerdo una conversación con mi amigo Ken, que me decía que el himno de su país le gustaba pero le resultaba muy triste. Decía "¿por qué los himnos de todos los países suenan tan gloriosos, cuando el del nuestro parece una canción de funeral?"

Mi respuesta fue rápida, el himno de Japón si es cierto que es algo oscuro, pero no le falta majestuosidad. De hecho, no esperaba algo distinto de éste país. Creo que al escuchar la melodía se transmite una sensación que creo que va muy a la par con el espíriru japonés. Opinad por vosotros mismos.

Con letra:




Instrumental:

Crónica de un día en un lugar cualquiera de ésta parte del mundo.

Me he despertado ésta mañana, como todas las mañanas, y retumbaban en mi cabeza las palabras de mi jefe el día anterior: Nana, mañana puedes tomarte el día libre.

"Menos mal", he pensado. El dolor de mis pies agradecía el favor. Si hay algo que no me gusta de integrarme en la sociedad japonesa es tener que trabajar como uno de ellos. Después de la jornada de 15 horas (sin bromear) de el día anterior, un descansito al fin nunca viene de más.

Estaba empapada en sudor, así que me he levantado para abrir aún más las cortinas y dejar pasar el aire. El aire caliente. He mirado el reloj para darme cuenta de que no lo llevaba, pues me lo quité antes de acostarme. "Deben de ser las once o así", he pensado.
Acercándome al ordenador y meneando el ratón para que volviese a iluminarse el monitor (pues jamás lo apago), he mirado el pequeño relojito de la esquina de la pantalla: las 14:23.

"Vamos, casi lo mismo que me había pensado." Ahora comprendía por qué ése dolor sutil que recorría todos mis músculos de cansancio la noche anterior había desaparecido casi por completo; mi cuerpo se había tomado la libertad de dormir lo que hiciera falta para recuperarse. Bueno, al fin y al cabo en un día de fiesta, una se lo puede permitir... ¿no?.

Algo que suelo preguntarme al subir al último tren para volver a casa mientras siento ése dolorcito comentado antes, es si habrá alguien en ése andén más cansado que yo. Ayer miré a la gente a mi alrededor: Era sábado, nadie llevaba traje; costaba adivinar quién venía de trabajar.

Al entrar al vagón miré al único asiento libre. ¿Después del día que he tenido, sería yo la persona más indicada para sentarse? ¿O acaso habría alguien que haya trabajado más horas y desde más pronto?

Después de vestirme ésta mañana (o debería decir tarde), he mirado la nevera para contemplar ésa escasez que la caracteriza tanto. "Bueno, mejor vamos a comer fuera..." Me he puesto lo primero que encontrado y he recorrido el pasillo de mi dormitorio hasta las escaleras.

Todos menos yo tenían la puertas de sus habitaciones abiertas de par en par para dejar correr el aire, y me saludaban desde éstas mientras pasaba por al lado. ¿Era yo la única algo recelosa de dejar que todo el mundo me observase mientras tecleaba en mi ordenador?

Veintiséis pasos es lo que he tardado en llegar al restaurante de al lado de mi casa.
Mientras caminaba oía el zumbar de los insectos al sol. Ése zumbidito que se oye todas las noches de verano en el campo, pero que era perfectamente audible a la luz del día. Al fondo de la ancha carretera de mi casa he mirado el puente que cruza el río; lo observaba aturdida a través de ése espejismo ondulado del calor. El cartel con el nombre de la calle decía todo: Heiwabashi; el puente de la paz.

El aire acondicionado del local ha sido como el elixir de la vida para mi piel. Me he sentado en el asiento de siempre, y la camarera de siempre me ha sonreído como siempre y me ha dado las instrucciones de siempre; como si no las conociese ya.
Sin embargo siempre me aventuro a pedir algo distinto, por eso de no caer en la rutina en todos lo aspectos. Ya que la sombra de la rutina está ahí la queramos o no, al menos habrá que intentar paliarla con algo de variedad de vez en cuando, aunque sea en los alimentos.

Entonces me he dedicado a mirar a la gente de mi alrededor:

Una pareja de mediana edad conversaba sobre trabajo. ¿Serían un matrimonio o sólo amigos? Quizá compañeros de oficina... pero en Domingo y vestidos de calle, no lo parecían. Además, "el puente de la paz" Era una carretera ancha llena de casitas y tiendas 24 horas, con restaurantes para viajeros de ésos que tienen el cartel iluminado en lo alto en un poste altísimo, con el aparcamiento al aire libre justo delante. El paisaje me recordaba sin duda a una carretera nacional americana de ésas que salían en las películas.
Y si algo escaseaba en Heiwabashi eran oficinas.
Definitivamente no, no eran compañeros de trabajo.

Había también una pareja de chicas jóvenes. Una de ellas, delgada como un fideo y con un translúcido vestido de flores rojas, se zampaba con alegría una gigantesca pizza de pepperoni y chorizo y una coca-cola de medio litro. Daba la sensación de que su presencia quería respirar el aire de todo el local. Su frenética y animada forma de hablar le hacía brillar como una estrella.

Sin embargo su amiga, enfrente de ella, la escuchaba silenciosa. Asentía la cabeza con la espalda algo encorvada. Su ropa sencilla, irónicamente, gritaba que quería pasar desapercibida. Podía leer con claridad en su frente un “no me mires”. Algo regordeta y no demasiado agraciada, tenía una aura vacía y oscura a su alrededor. Se comía una minúscula y transparente sopa de cebolla acompañada de un pequeño vaso de agua.

En un momento en que nuestras miradas se encontraron, le lancé inconscientemente una sonrisa de complicidad. Abrió los ojos como platos como si me hubiese leído el pensamiento. “¿Qué injusta es la vida, eh?”, quise lanzarle con mi mirada.

Luego vi a un hombre con una pequeña, que se ponía de pie sobre la trona para niños para mirar la carta que su padre leía con interés. Pulsaron el botón para llamar a la camarera, y el padre dijo:

- Un menú B y un menú para niños.

La niña frunció el ceño y ladeó su pequeña cabecita.

- Papa, yo no quiero el menú de niños.

¡Bendita infancia! En que nuestros pequeños cuerpecitos soñaban con ser adultos un día, pensando que el mundo sería más amplio y hermoso visto desde la altura de la mirada de nuestros padres. Pero lo que acabamos descubriendo es que, a más altos y grandes nosotros, a más elevada nuestra visión del mundo, éste, como por arte de magia, se empieza a encoger más y más. Recuerdo que pensaba de pequeña que quería ser mayor para ser libre, ¿Pero acaso existe libertad mayor en la vida que la que se tiene de niño?

Doy gracias que un día me negué a seguir creciendo; al menos en mi mente, pues en cuerpo supongo que poco puede hacerse.

Y ahí, sentada, en el bastante amplio local de ése restaurante de carretera, me he dado cuenta de lo cotidiano de todo lo que me rodea. He pensado en ése blog que escribo, donde tanta gente al día me dice que sueña con viajar al lugar dónde yo vivo. Y, sin embargo, al encontrarme en ése sitio, he pensado que el mundo, las personas, son tan iguales al fin y al cabo… La mente humana es universal, y aunque infinitamemente distinta de un individuo al otro, estoy segura de que situaciones como las que he contemplado podían verse en cualquier lugar del planeta.

Para lo que unos es un destino de ensueño, un lugar lejano e inalcanzable, no es más que un trozo de tierra donde conviven personas, que ya tendrán unos ropajes o un rostro diferente, que vivirán en casas con una forma distinta y celebrarán el año nuevo de otra forma, pero que al fin y al cabo son personas, como todos, y lo cotidiano existe, como en todos los lugares de éste mundo.

lunes, 7 de julio de 2008

Una opinión

Darío es, muy probablemente, uno de los lectores más sensatos que tengo (aunque quereros, os quiero a todos xD).
No sólo me envió una exquisita corrección del capítulo 1 de la novela que estoy escribiendo (que pienso aplicar sin dudarlo antes de ponerme con el cap. 4, mientras rezo para que su tiempo y voluntad me permitan disfrutar de sus opiniones muchas veces más); sino que sus palabras me hacen darme cuenta de que sin duda es una persona llena de experiencia, que me intriga y me hace darme cuenta de lo pequeñita que soy (todavía).

Me ha enviado un mail preguntándome mi opinión sobre Japón. Personalmente me ha chocado la parte en que me pregunta si me arrepiento de haber venido, de cuál es, resumiendo, mi "conclusión".

Lo cierto es que a dos meses para irme, al mirar atrás me sorprendo de todo lo que he vivido hasta ahora en éste frenético año.
Ha habido, como en todo año de cualquier persona en cualquier parte del mundo en cualquier época; momentos mejores y peores; recuerdo con dulzura mi llegada, los primeros meses; el viaje con mis amigos, el empezar la escuela...

Sin embargo, algo amargos fueron los meses de crudo invierno; coincidió que vivía sola en el apartamento, y llegar a un lugar por la noche en el que nadie te daba la bienvenida era más frío si cabe que la nieve que caía al otro lado de la ventana.

Pero ahora estoy increíblemente a gusto; todo son etapas. Pero resumiendo y englobando todo en una frase, para resultar breve (para variar):

No, no me arrepiento en absoluto de haber venido.

Es más, creo que es lo mejor que he hecho en mi vida.
Recuerdo las palabras de mi maestro. Era un profesor de bachillerato, pero más que "profesor" prefiero llamarle "maestro". Sin duda es una de las personas que más me ha enseñado en la vida.

El día que le confesé sin previo aviso que tenía intención de venir aquí, esperaba, como de todo ser humano al que le había dicho eso, que me deseara suerte o me preguntara sobre mis intenciones, incluso que se sorprendiera y empezara a hacer preguntas de cualquier tipo.
Sin embargo se quedó callado unos segundos, se rascó la barbilla, y me miró diciendo:

Me parece bien, pero recuerda, no vayas como una turista, sino como una viajera.

¿Tenéis vosotros en la memoria palabras que sabéis que no olvidaréis jamás?
Por muy lejos que volara de ésa persona, por tiempo que pasara aquí, sabía y sé que ésas palabras seguirán resonando en mi cabeza por siempre; no sólo en Japón, sino adondequiera que vaya.
Pero eso no fue todo; al volver a España en Abril volví a encontrarle. Me preguntó sobre mi estancia, sobre qué había aprendido. Recuerdo haberle confesado mi inseguridad sobre mi futuro; pensaba en qué quería ser al volver. Hablarle de que repicaba incesante en mi mente el deseo de dejar volar mi pasión por escribir y atreverme a cumplir ese sueño algo estúpido y bohemio, esos sueños que no suelen gustar a papá.
Recuerdo también decirle, como creo que comenté en otro post, que no encontraba lugar en mi ser que se imaginara a sí mismo con un traje corbata y trabajando en una empresa, esclava del móvil y el ordenador portátil.
Sus palabras fueron claras.

Si no te pregunté por qué querías ir a Japón cuando me contaste tus intenciones aquél día; fue porque sabía muy bien que tú en ése país ibas a encontrarte.

Y, dios mío, cuánta razón.
Estando aquí me encontré a mí misma. Podría decirse que mi personalidad y carácter no han cambiado ni una pizca, pero sí mi forma de ver las cosas, mi conocimiento sobre lo que me rodea, mi capacidad de captar, recibir, comprender. Creo que, de quedarme en España, sin duda no habría sido capaz de encontrar mi camino.
Podría decir que fui palpando la forma que tenía (o que quería que tuviese) mi futuro, y ésa persona, con sus palabras, hizo que ésa idea estallara del todo y diese lugar a lo que soy ahora.

¿O nadie se había preguntado por qué el estilo de escritura de mi blog cambió precisamente después de volver de España?

Así que se podría resumir que viniendo aquí he aprendido más que en muchos años de mi vida (no diré toda, pues mentiría). No cabe lugar al arrepentimiento.

Y claro, claro que ha habido momentos, sobretodo momentos felices allá en mi Badalona, en los que habría querido cerrar los ojos por un instante, y al abrirlos volver a estar con la gente que quiero por unos minutos, aunque fuese. Estar fuera de casa no es fácil, y menos cuando amas a tu ciudad y tu gente más que te amas a tí mismo. Pero es ésa gente la que te enseña que por cien años que pases fuera, siempre te esperarán con los brazos abiertos.

La playa, el sol y el olor a salitre de mi ciudad siempre, siempre estarán ahí, esperándome. Y cuando llegue el día, ya cercano, de marcharme de la grandiosa Tokyo, sin duda lo haré con una sonrisa.
No por que quiera irme, sino por muchas, muchas otras cosas.

viernes, 4 de julio de 2008

Un váter es un váter... ¿no?

No sé ustedes, pero a mí de pequeña me enseñaron a sentarme en la taza del váter con dignidad (siempre al límite de lo "digno" que sea sentarse en ése sitio). Y creo que, por el hecho de ser algo rutinario, no se olvida... ¿no?

Pero al parecer a muchos japoneses (o debería decir japonesas) sí, pues hoy en mi camino de vuelta a Tokyo (Sí, ya he vuelto a casa), me he encontrado semejante cartel en el baño de una estación de servicio.


Aconsejo ver la imagen a tamaño completo para apreciar su magnificencia. No tiene desperdicio.



Aquí tenemos el cartel en su hábitat natural. Me pregunto si de verdad hay alguien que se siente así, o es que los dueños de la estación de servicio tienen mucho sentido del humor. ¡Al menos yo me he hechado mis risas!


Nota: Capítulo 3 colgado en el Gaiden!

jueves, 3 de julio de 2008

Crónicas de Kansai

Ésta es, señores, la primera vez desde que llegué a éste país, que no actualizo desde mi casa. (A pesar de que mi casa ha cambiado de posición ya tres veces...)

Estoy en Kansai. ¿Que qué és Kansai? La zona Sudoeste del país, donde se encuentran ciudades como Osaka, Nara, Kyoto...

Vine aquí en un bus nocturno. Conexión Tokyo-Osaka. Cansado pero muy recomendable.

Hasta ahora he visto Osaka, alguna zona rural perdida entre Nara, Kyoto y Osaka, Kobe... y ahora me encuentro en casa del señor Flapy que muy amablemente me está aguantando y enseñándome éstos parajes =)


No estoy demasiado inspirada... ¡Será el cansancio! Os dejo una fotito de la torre de Kobe, una de las pocas que he sacado yo, y a la espera de que David me pase foticos decentes para poneros posts más detallados sobre mi viajecito ;)