lunes, 27 de julio de 2009

Muros que hablan

Camino por las calles a pleno sol, el día enrojece mi piel y seca mis células, algo cansadas.

Vengo de hacer recados, recados que me llevarán en la dirección que creo acertada. La verdad es que en el fondo, muy, muy en el fondo, sólo tengo ganas de salir corriendo.

"Sé valiente", me digo cada vez que noto que me cansa ya mirar siempre por la misma ventana. Recuerdo mientras camino por la acera las recientes palabras de mi buen amigo:

¿Qué buscas de la vida, Nana? ¿Quién quieres ser? ¿Adónde van dirigidos los pasos de tu espíritu?

Tómate tu tiempo, y respóndete.

No dejes que el mundo se pierda a alguien como tú. Pero sobretodo, no te pierdas en ti misma.



¡Cuántas buenas lecciones le debo ya! Que son aire fresco para unos pulmones algo asfixiados. Me pregunto si algun día podré hacerle sentir que le he recompensado por su siempre amable atención.

En estos últimos días, me cuesta un poco coger un bolígrafo y ponerme a escribir.

Entonces pienso en ti, en que si tan sólo mis palabras pudiesen dejarte sin aliento, en que si tuviesen como mínimo la fuerza para conmoverte, escribiría hasta la última letra de éste mundo. No dejaría frase sin decir, no dejaría historia por contar si fuese para ti.

¡Qué cansancio! Y qué ganas de recobrar fuerzas. Tengo esperanzas de encontrar un buen futuro, pero siempre que cierro los ojos y lo veo tras mis párpados... no sé por qué, pero siempre me parece que está muy, muy lejos de esta ciudad.

Pensando esto en silencio, caminando despacio, topo con un muro que me dice con descaro:



Las paredes de cemento hablan más claro que yo. A partir de ahora intentaré escuchar sus palabras.

Y sí, gritaré cuando me queme.