domingo, 15 de febrero de 2009

Carta al desengaño

Desde aquél viernes 13, desde los extraños y algo indignantes sucesos que acompañaron a aquél día de mi vida, tenía pensado escribir una crítica larga, ácida y encarnizada, algo más condimentada que las que ya se han comenzado a hacer propias de mi humilde bitácora.

Pero no, he cambiado de opinión. Dejaremos ese post para otro día, porque ahora tengo otras prioridades.

Amigo mío:

No hay escritor que se precie que no haya hablado del amor. Es curioso ver como algo tan mundano, tan común, tan natural; es descrito de formas tan dispares y es un tema tan habitual en los libros y películas que llenan nuestras cabezitas de sueños e ilusiones.

Como ser humano que soy, creo en el amor; aunque no en el amor eterno. Quién sabe si mi vida me llevará a la negación o a la confirmación de esta creencia, pero comenzar con el escepticismo ahorra decepciones. No obstante, creo que la ilusión por hallar a aquella mitad de tu persona que debe hacerte sentir completo es algo que, simplemente, necesitamos. ¿Por qué seguimos viviendo las personas? Los motivos, lo sé, son distintos en cada caso; pero más que un simple instinto de supervivencia... ¿No es que, simplemente, nos invade ese pensamiento que nos dice "no puedo morir todavía"?

¿Y por qué no? Porque todavía sentimos que nos falta algo por hallar, que aún tenemos algo que hacer. ¡La eterna búsqueda! La eterna necesidad. Yo ansio el amor como toda persona; lo necesito como necesito a mis pequeñas letras. Es por eso, amigo mío, que me apena leer que ya esa ilusión tuya no existe. ¿No sería más hermoso, más esperanzador, pensar que lo vivido hasta ahora ha sido poco más que un capítulo más de tu existencia? Una página que pasas para hallar otra nueva que escribir. ¡Escribir, amigo mío! Esa pasión que compartimos. ¿Quemarás tu cuaderno a mitad redactar por un sólo párrafo mal escrito?

Vivo en una ciudad en la que es fácil cruzarse con cientos, quizá miles de personas cada día. Muchas veces, cuando estoy en una calle repleta de gente, me quedo unos minutos contemplando la multitud. Incluso aunque llegue la hora de marcharse, espero unos segundos más a apartar la mirada de la masa de gente.

"¡Espera, espera! Un minutito más, sólo uno más. ¿Y si justo cuando me doy la vuelta aparece?"

Vivo con la absurda idea de que en cuanto vea a alguien especial para mí, lo sentiré al instante, nada más mirarle. Llámame ilusa, pero hasta estos días, me ha funcionado siempre. Mis mejores amigos, aquellos incluso algo más especiales... supe que lo serían desde el momento de intercambiar la primera mirada. Lo sentí contigo, pese a estar rodeado de extraños, pese a ese reloj sonando a mis espaldas, intentando entretenerme mientras te buscaba frente al templo de Asakusa.

Vivo con esa emoción, con esa... llámale ilusión, de hallar cualquier día a la persona especial entre las especiales, a aquella que cambiará mi vida. Quizás, si esta eterna búsqueda no existiese en mi vida, me sentiría tan vacía como si faltase en ella un cuaderno en el que escribir. Quizás me faltaría algo tan vital, tan necesario como el mismo respirar.

Amigo mío, ¿Dejarías de respirar?