martes, 14 de abril de 2009

Cuentos de un tren abarrotado

23 de Marzo.

Querido diario:

Hoy en el tren he pasado un poco de vergüenza. Me he dejado el paraguas, me he mojado con la lluvia… y bueno, el pelo se me ha encrespado, se me ha empapado la ropa… y he ido por la calle hecha un desastre. Ya no es que sea muy agraciada de por sí, e ir así por el mundo me ha hecho sentir muy miserable. Si mi ex novio me viese, seguramente se reiría y me diría que qué hago saliendo a la calle con estas pintas, que me pusiese una bolsa de papel en la cabeza… o algo así.

Quería ir a ver a mi abuela a su casa, pero al terminar la universidad me he vuelto directamente para casa. No sé, me sentía mal, me daban ganas de esconderme… de que no me viese nadie.
Cuando he entrado en el tren me he sentido más segura. La gente me ignoraba, como de costumbre, y yo he agachado la cabeza para ver si así lograba hacerme un poquito más invisible.
Pero he notado que alguien me observaba. Me he retirado el pelo hacia un lado para mirarle de reojo, y he visto que era un chico joven. ¡Qué vergüenza! Seguro que pensaba que estaba hecha un desastre, seguro que me miraba porque le daba lástima o algo así.

No dejaba de mirarme. Todo el rato, todo el rato. ¡No sabía dónde esconderme! Si por lo menos fuese yo un poco guapa, si por lo menos pudiese atreverme a sonreírle… pero tengo una sonrisa horrible, seguro que le hubiese asustado si lo hubiese hecho.

He intentado mirarle mejor sin que se diese cuenta. Era bastante guapo. Seguramente tendría una novia preciosa, lista y simpática que le tratase bien… y quizá me miraba y pensaba en lo mucho mejor que es su chica. Quizá pensaba algo así como “Menos mal que mi novia no es así…”.

Ojalá fuese yo un poco mejor. Cuando me ha tocado bajar del tren, he pensado que me gustaría llegar a ser algún día lo suficientemente buena como para merecer a alguien como él.
Pero es imposible… yo nunca llegaré a nada.


Diario. 23/03/09:

Entro al tren que me lleva a casa. Estoy hecho polvo, me duelen los pies y tengo la espalda cargada.

“Por favor, por favor… que haya un sitio libre”.

Pese a hallarse el vagón abarrotado encuentro un asiento vacío, mirándome. Me esperaba, me aguardaba a mí.
Me dejo caer sobre él y oigo a mis pobres pies suspirar de alivio. ¡Diez horas trabajando! Ya había oído que trabajar en época de exámenes agota más que de costumbre, pero… ¡Diez horas! Eso no agota, eso asesina.
Miro a mi alrededor con el descaro habitual. Sé que a mis compañeros de trayecto a menudo les incomoda que me los quede observando, pero tengo esa mala costumbre y no puedo ni me interesa remediarlo.
Y entonces miro a mi derecha. Esperaba hallar a uno de esos trabajadores explotados como yo, a una ama de casa con sus bolsas de la compra, a un niño sentado de rodillas y empotrando la frente contra la ventanilla… pero no.
Encuentro una chica. A una chica muy mona.
A decir verdad, era más que mona. Era preciosa.
Intento que no se dé cuenta de que la observo. Primero miro hacia otro lado, luego intento contemplarla desde el reflejo de la ventana, pero la masa de gente me lo impide.
Opto por mirarla de reojo y rezar por que no se dé cuenta.

Tiene cara de cansada. ¿Vendrá de trabajar? Lleva el pelo mojado por la lluvia, cubriéndole parte del rostro. Agacha la cabeza con timidez, como si quisiera desaparecer en cualquier momento. ¿Se sentirá incómoda al saber que todo el mundo la admira? ¿Será consciente de que no puedo dejar de mirarla?
Se retira el pelo detrás de la oreja. ¡Qué hermosa! Tiene los ojos verdes. El frescor de la lluvia ha marcado de rosa sus mejillas. Veo que me mira de reojo y aparta la vista. Mierda, se habrá dado cuenta de que la observo. Quizá le molesta, quizá está harta de tíos como yo que se quedan embobados al verla. Me pregunto si está incómoda…

Me gustaría tener a una chica como ella. ¡Sencilla, bonita, fresca como la brisa! Ojalá me dejase entrar en su vida.
El tren se detiene y ella se levanta.

“¡No te vayas!” he pensado, pero no me he atrevido a decirlo en voz alta.

Antes de perderla de vista para siempre, me hubiese gustado decirle que, para mí, ella brillaba más que cualquier otra persona en el mundo.
Pero bueno, siendo tan bonita como era… muy posiblemente ya lo sabe.