domingo, 19 de julio de 2009

dijo la esfera al cubo...

Delante de la estación de Japan Railways (JR) de Shinjuku, en el centro del centro de la ciudad, hay una plaza rodeada de edificios y tiendas de electrónica y gente con megáfonos y transeúntes y más transeúntes y restaurantes y vías férreas elevadas y cruces luminosos y pantallas por todas partes.

Allí, haciendo esquina en esa plaza, hay lo que seguro que cualquier visitante espera encontrar sin dificultad en esa urbe de cemento y cristal:

Una frutería.

Porque Tokio es así, se pasa de las cámaras reflex a los melocotones en menos de dos metros.

- ¿Qué es eso?- le dije a Ami.
- ¿El qué?- Se quitó la cucharilla del helado de la boca.
- ¿Es una sandía cuadrada?- Digo acercándome al puesto, cuya fruta estaba expuesta dando a la calle.
- Sí... ¿Qué pasa?- Me dijo intrigada.
- Pues que había leído de ellas en internet... pero no esperaba que fuese cierto que existen.
- ¡Pues claro que existen! ¿Cómo no iban a existir?- Se rió de esa forma tan suya.
-¿Cómo que cómo no iban a existir? ¡Son cuadradas! Es antinatural.
- ¿Todas las sandías en Europa son redondas?- Me dijo como si acabase de decir un disparate.
- ¡Pues claro que sí!

Me miró de nuevo con los ojos abiertos como platos. Me daba la sensación de que estaba sinceramente sorprendida. ¿Es que acaso éramos nosotros los raros?

- ¿Y cómo son de grandes las sandías?

Le hice un círculo con los brazos, tocándome los codos con las manos, y haciendo una mueca dije:

- Más o menos así...

Se quedó mirando el círculo, relativamente grande, que dibujé entre mis brazos.

- Los europeos estáis locos...- sonrió.
- ¿Qué dices? Sois vosotros los que lo estáis... ¡Sandías cuadradas! ¿Pero para qué las queréis cuadradas?
- ¿Cómo las metéis en la nevera, ¿si no?

Me quedé en silencio absoluto.

- ¿Meterlas en la nevera? - Recuerdo las batallas de mi madre para meter al gigante verde en el frigorífico, partiéndola en dos y sacando todas las botellas de coca-cola y zumo para volver a ponerlas por encima de la carne y el pescado... - ¿Son cuadradas por eso?
- ¡Pues claro! ¿Por qué te pensabas que era?
- Ay, no sé... porque os gusta llevar la contraria.

Volvió a reírse, como de costumbre.

- Estáis todos locos...- me dijo.
- Pues... puede que sí.

De repente, la idea de tener una sandía redonda me pareció una completa estupidez.