martes, 2 de septiembre de 2008

Dulce hogar

No. Mi ordenador no está arreglado, escribo de prestado. Esperemos que ésto dure.

Ya tengo mis piececitos de vuelta en suelo español, y el volver es algo extraño. Es curioso, navegantes de la red, que buscáis y encontráis mi humilde blog por tal de leer experiencias de personas que vivan en aquél país que tanto adoráis; me pregunto qué pasará ahora. Creo que quiero contaros qué pasa después, lo nunca contado.

Por que... ¿Qué pasa realmente después?

Pasa que justo antes de volver, sentada en el avión, una empieza a enumerar las cosas maravillosas del país del sol naciente que echará de menos, y lo primero que se encuentra al volver es que no echa de menos nada. Para mí ése año en Japón es ahora una ilusión flotante y totalmente separada, muy, muy distante de mi vida actual. Todo se ha vuelto tan normal, tan "como antes", que me resulta imposible echar de menos nada, por que simplemente en mi vida actual esas cosas "no pegan". A ver cómo puedo explicarme mejor:

Pongamos que echara de menos las tiendas 24 horas donde compraba mi desayuno cada mañana y mi tentempié cada noche. Creí que las añoraría, pero mi ritmo de vida y mis costumbres en España hacen que me sea totalmente innecesaria la susodicha tiendecita, y por lo tanto ni siquiera piense en ella.

¿La gente? Sería cruel decir que no la echo de menos, pero todo y desear verles de nuevo algún día, no es ése vácío que sentí al despedirme de mi gente de toda la vida el día que hice el trayecto contrario; es más bien un "hasta luego" indefinido, sin dolor ni complicaciones.

¿Qué pasa después? Que todo parece mentira. Que a veces tengo que pellizcarme, o mirar a las maletas apiladas en mi habitación, o ponerme a hablar en voz alta en el japonés que he aprendido para recordarme que ha sido real, que hace algo más de una semana yo cruzaba ese parpadeante cruce con paso apresurado al son de la música que se oía por todas partes, y entraba en ése trabajo que me parecía tan cotidiano y ahora es algo muy, muy lejano; y que volvía por la noche a esa habitación de la que me parecía que no llegaría el día de marcharse.

¿Que pasa después? Que la gente de aquí se te abalanza encima como si fueses una superestrella de televisión, aquella que nunca fuiste y que en realidad nunca serás; y te repiten las mismas preguntas una y otra vez hasta que deseas esconderte en un agujerito hasta que la histeria pase y puedas volver a ese ritmo de vida tan normal, a volver a ser la Nana de siempre en la Badalona de siempre, donde no hay cruces centelleantes, pero sí hay palmeras que ondean al ritmo de las olas, y un sol que nunca parece querer apagarse.