miércoles, 29 de abril de 2009

Maestro

Hoy os hago media-publicidad y todo.

Me he quedado perpleja al ver un aviso de correos que decía que había un paquete para mí.

"Será algo de Japón..." he sospechado, pero esa teoría ha quedado descartada al decir la nota (únicamente) que el envío venía desde Barcelona.

Al tenerlo al fin en mis manos... he sonreído al ver el remitente.

"¡Maestro!" he pensado. Ya os he hablado alguna vez de él... ese hombre que me dió el empujón definitivo que me lanzó a convertirme en lo que soy ahora, una de las personas que me ha enseñado más en la vida... Ese que me dijo "Yo sé que a Japón, más que ir a encontrar algo... has ido a encontrarte a ti misma". Os pondré aquí la cita de lo que comenté de él en este blog hace ya meses:


El día que le confesé sin previo aviso que tenía intención de venir aquí, esperaba, como de todo ser humano al que le había dicho eso, que me deseara suerte o me preguntara sobre mis intenciones, incluso que se sorprendiera y empezara a hacer preguntas de cualquier tipo.
Sin embargo se quedó callado unos segundos, se rascó la barbilla, y me miró diciendo:

Me parece bien, pero recuerda, no vayas como una turista, sino como una viajera.

El paquete era un libro, un libro suyo. Ha salido de su mente y, pese a tanto tiempo sin verle, se ha acordado de mí y me lo ha hecho llegar. ¡Tengo tantas cosas que contarle! No puedo esperar a volver a verle para decirle que hoy las letras son también mi vida.


El libro venía dedicado.

"Para las dos Marta Narváez (La inteligente y la otra, más importante). Con el afecto de este ex-profesor".

No me quedan palabras... ¿Tenéis vosotros un gran maestro? ¿Una de esas personas sin cuya aparición en vuestras vidas no habríais llegado a ser lo que sois?

domingo, 26 de abril de 2009

Juliet y su teoría del sueño cumplido

El día que conocí a Juliet prometía ser uno de esos tan normales, tan monótonos que rozan lo indignante. Estaba yo trabajando en mi pequeño restaurante en Shibuya...

- ¿Dónde va esto? - tomo los platos y pregunto al cocinero, Hasebe Jun. Un gran hombre metido en un cuerpo alarmantemente pequeño.
- A la cincuenta y dos... el grupo de mujeres de las risotadas- responde.

"El grupo de mujeres de las risotadas". Bueno, sí era cierto que había allí un grupo de cinco o seis mujeres de mediana edad que parecían estar pasándolo en grande...

- Sopa de calabaza...- murmuro sin esperanza alguna de ser escuchada.
- Oh, sí, espera... no sé. ¿De quién es esto?- dice una sin mirarme. De repente se tornó para contemplar el plato que yo cargaba entre manos, supuse que con la esperanza de que al observarlo recordase de repente quién lo había pedido.
Pero, tras mirar al plato, su mirada se desvió a mi rostro.
- ¡Ahi va! ¿Una gaijin-san?
Solté mi risa incómoda.
- Ehh... sí, bueno... - El plato quemaba, quería soltarlo ya.
- ¡Vaya, qué graciosa! Yo me llamo Ayako, pero todos me llaman Juliet...

Comenzó a contarme que nació en Okinawa, pero que trabajaba en Tokio para una agencia de publicidad. Me habló de sus hijos, de su familia, de sus viajes... hasta que la sopa en mis manos se enfrió. Parecía una mujer cargada de energía, con ganas de conocer a todo el mundo que se le pusiera por delante.

- Me has caído bien, Nana - me dijo finalmente tras nuestra larga conversación.- Eres la primera gaijin que conozco personalmente en Tokio, y eso me hace mucha ilusión. Vendré otro día a comer aquí y a ver si te dejan sentarte a hablar conmigo.

Sinceramente, nunca esperé que lo hiciese de verdad. Tokio es mundialmente conocida por ser la ciudad de la promesa incumplida, la ciudad del "ya quedaremos" o del "volveré" que nunca se da en la realidad.

Pero volvió. Volvió Juliet unos días más tarde, y mi adorado encargado me dejó sentarme junto a ella un rato.

Tras unos minutos de conversación, salió el tema de los sueños de futuro. Ella parecía ser una persona de las que ha visto mundo, pues a cada tema le añadía un color distinto, un foco desde el que yo nunca antes había visto las cosas.

- ¿Qué quieres hacer?- preguntó.
- Pues... voy para traductora, pero me apasiona escribir.
Removió el té con la cuchara.
- ¿Te gusta escribir?
- Mucho.
- ¿Y sabe el mundo que te gusta escribir?

Me chocó un poco la pregunta. No era la clase de desarrollo que la gente solía hacer del tema cuando lo comentaba.

- Bueno... tengo un blog, y de vez en cuando escribo algo.
Se puso un poco más seria.
- ¿Gritas al mundo y a los cuatro vientos que quieres escribir? ¿Dices a todo aquel que conoces que ese es tu sueño? ¿Admites sin reparo alguno que es ese tu objetivo?
Me costó un poco responder.
- No... bueno, no sé. Lo digo, pero pongamos que no lo grito...
- Pues grítalo- asintió con la cabeza. - Verás...- sacó un boli y un papel de su enorme bolso y los posó sobre la mesa. Dibujó esto:


- ¿Qué significa este kanji? - me preguntó.
- Boca- respondo intrigada.
Dibujó este otro a continuación:

- ¿Y éste?
- Diez... - no entendía nada.
- Bien, pues ahora dime qué significa este otro:

Parpadeé con sorpresa antes de responder. Comenzaba a entenderlo.
- Kanau... cumplirse un sueño.
- ¡Ajá! Diez y boca... cumplirse. Si lo dices diez veces, el sueño se cumplirá.

Sonreí con satisfacción al notar el mensaje que me acababa de enviar, el regalo de por vida que acababa de hacerme.

- Grita a los cuatro vientos los sueños de tu vida. Sólo así la gente sabrá de ellos, y sólo así podrán cumplirse- sentenció, y su sonrisa, junto a la nota que dejó sobre la mesa... son dos cosas que jamás olvidaré.

sábado, 25 de abril de 2009

Sant Jordi

Existe en mi tierra una tradición milenaria, fruto de una antigua leyenda... cuya conmemoración se celebra cada 23 de Abril.

En ese día, los hombres regalan a sus amadas una rosa roja, y las mujeres obsequian a sus hombres con un libro. Con los años esta tradición ha terminado extendiéndose a los padres e hijos, amigos y hermanos... hasta el punto en que una chica puede acabar recibiendo una rosa de cualquier persona cercana a ella, al igual que ocurre a los chicos con los libros.

La rosa es un símbolo de aprecio, una demostración de amor, amistad y cariño, un obsequio bello a la par de efímero. Ese 23 de Abril, Cataluña entera se cubre de rosas.

Hacía ya dos años que no vivía este día. El último 23 de Abril lo pasé en el Sol Naciente, y para mí, en esas tierras, no fue más que una jornada de trabajo cualquiera.
Ayer, día de Sant Jordi, volví a casa tras quedar con mis amigos... y me encontré cuatro rosas en un jarrón del comedor.

- ¿Estas son las que ha comprado papá?- pregunté.
- Sí. Una para cada una de sus hijas, y la mía- respondió mi madre.

Cuatro rosas. Qué curioso, mis dos hermanas ya no viven en casa desde hace tiempo... ¿Por qué compraba mi padre cuatro rosas, si mis hermanas ni siquiera las verían?
Y entonces,noté en mí la siempre presente chispa de la curiosidad.

- Mamá... ¿Cuando yo estaba en Tokio, papá me compró una rosa de todas maneras?
- Claro que lo hizo. Ya conoces a tu padre...

Me quedé pensando con la mirada perdida entre las cuatro flores. Mi padre, ya un año atrás, me regaló una rosa roja, un símbolo de amor y cariño... que sabía que yo nunca iba a recibir. Compró una rosa por mí, me hizo ese regalo... sin esperar que yo nunca lo llegase a saber.

Qué extraño, y a la vez qué hermoso... pensar en esa rosa de hace ya un año con mi nombre grabado en el espíritu, que se marchitó sin haber llegado nunca a estar en mis manos. Qué extraño, y a la vez qué hermoso... pensar que mi padre me hizo ese obsequio en silencio, ese pequeño gritito de amor sin esperanza de ser nunca oído.

Me llega ahora. Me llega ahora, el mensaje de esa rosa... y con más, mucha más fuerza.

No existe tesoro más abrumador que el amor de verdad, el que no siempre se muestra, el que existe a la luz... pero también en la sombra.

viernes, 17 de abril de 2009

El hada en la burbuja de cristal

Dediqué mi vida a recorrer el planeta entero en busca del conocimiento absoluto. Mis pesquisas me llevaron a los cuatro rincones del globo, a mar y montaña, al cielo y al infierno. Hallé magia en estado puro y pesadillas en la realidad. De eso salió un libro de fotografías y unos cuentos anecdóticos, entretenidos a la par de superficiales, que me solucionaron económicamente la vida hasta el fin de mis días.

Reconozco que no vi más allá que lo que estuvo frente a mis ojos. Para mí, la vida fue poco más que un conjunto de retratos, la visión desde la distancia de un mundo que me rodeaba, pero que no se movía en sintonía conmigo mismo.

Uno de los momentos más extraños en mi vida fue el momento, en uno de mis viajes, en que encontré a una pequeña hada. Centelleaba como las estrellas, era pequeña y veloz. Ignorante de mí, lejos de intentar comprender su existencia, busqué atraparla y encerrarla en una burbuja de cristal para poder observarla hasta el fin de mis días. Furiosa, el hada me maldijo: Me dijo que el día en que ella murise, yo moriría minutos después.

Recuerdo el momento en que ese fulgor de su piel comenzó a apagarse. Apoyándose moribunda en el cristal de su burbuja, me miró con rencor y me dijo:

- Qué triste tu existencia, que morirás junto a mí, el fruto de tu superficial curiosidad...

Mi ignorante persona no pudo responder más que:

- Yo he estado en los cinco continentes y en los siete mares, he visto todos los paisajes de este globo y he vivido largos años. ¿Qué vas a decirme, insignificante de ti, que has vivido encerrada en una burbuja?

Sonrió antes de morir:

- Crees saber del infinito universo porque has visto un mundo. Yo, en mi burbuja, he tenido tiempo de aprenderlo todo de mí misma. Envídiame, humano, porque tu conocimiento es ínfimo y el mío incalculable.

No comprendí sus palabras hasta que no dejé de respirar junto a ella. No comprendí sus palabras hasta que, en mi último aliento, me paré a preguntarme quién era yo.

Muerto

Es curioso el morir. Te crees que vas a ir a una dimensión distinta, que vivirás en el paraíso, que volverás a nacer, que... que todo. Te crees que morir es la hostia, vamos.

Pero ves que cuando mueres no te tienes ni a ti mismo. Cesas de existir, no está ya tu cuerpo y tu mente se dispersa por momentos, se vuelve una con el universo. Recuerdo ese momento. El momento de unirme con el planeta, el momento de pasar a ser parte del viento. No pensaba, no me preocupaba, no sonreía. Simplemente, ya no estaba.

Antes de desaparecer por completo, recuerdo haber hablado conmigo mismo. Me resistía a desaparecer, me batía contra la ley universal de todas las cosas. Una parte en mí me decía que entrara, que me dejase llevar... pero mi maldito ego, mi parte todavía consciente se preguntaba esos miles de millones de cosas que te trae el morir, los innumerables "¿Y si?"

"¿Qué va a pasar con mi familia? ¡No puedo dejarles solos!"
"¿Y esa novela que dejé sin terminar? ¡Alguien tiene que acabarla!"
"¿Y mis amigos? ¿Y mi perro? Lo dejé en el patio encerrado... ¿Se encargará alguien de él?"

Entonces el universo me habló, justo antes de engullirme.

"Ya nada importa".

Ya nada importa. ¡Qué verdad! Si cuando tu propia existencia se esfuma no piensas más que en tu perro y en tu familia, en todo lo que dejaste atrás... qué gran paso la muerte, que sintonía, qué desconexión... ¡Qué catarsis absoluta! Hasta el punto de darse cuenta uno de lo nimia e insignificante que resulta su propia existencia.



P.D: Perdón por la paranoya absoluta...U

martes, 14 de abril de 2009

Cuentos de un tren abarrotado

23 de Marzo.

Querido diario:

Hoy en el tren he pasado un poco de vergüenza. Me he dejado el paraguas, me he mojado con la lluvia… y bueno, el pelo se me ha encrespado, se me ha empapado la ropa… y he ido por la calle hecha un desastre. Ya no es que sea muy agraciada de por sí, e ir así por el mundo me ha hecho sentir muy miserable. Si mi ex novio me viese, seguramente se reiría y me diría que qué hago saliendo a la calle con estas pintas, que me pusiese una bolsa de papel en la cabeza… o algo así.

Quería ir a ver a mi abuela a su casa, pero al terminar la universidad me he vuelto directamente para casa. No sé, me sentía mal, me daban ganas de esconderme… de que no me viese nadie.
Cuando he entrado en el tren me he sentido más segura. La gente me ignoraba, como de costumbre, y yo he agachado la cabeza para ver si así lograba hacerme un poquito más invisible.
Pero he notado que alguien me observaba. Me he retirado el pelo hacia un lado para mirarle de reojo, y he visto que era un chico joven. ¡Qué vergüenza! Seguro que pensaba que estaba hecha un desastre, seguro que me miraba porque le daba lástima o algo así.

No dejaba de mirarme. Todo el rato, todo el rato. ¡No sabía dónde esconderme! Si por lo menos fuese yo un poco guapa, si por lo menos pudiese atreverme a sonreírle… pero tengo una sonrisa horrible, seguro que le hubiese asustado si lo hubiese hecho.

He intentado mirarle mejor sin que se diese cuenta. Era bastante guapo. Seguramente tendría una novia preciosa, lista y simpática que le tratase bien… y quizá me miraba y pensaba en lo mucho mejor que es su chica. Quizá pensaba algo así como “Menos mal que mi novia no es así…”.

Ojalá fuese yo un poco mejor. Cuando me ha tocado bajar del tren, he pensado que me gustaría llegar a ser algún día lo suficientemente buena como para merecer a alguien como él.
Pero es imposible… yo nunca llegaré a nada.


Diario. 23/03/09:

Entro al tren que me lleva a casa. Estoy hecho polvo, me duelen los pies y tengo la espalda cargada.

“Por favor, por favor… que haya un sitio libre”.

Pese a hallarse el vagón abarrotado encuentro un asiento vacío, mirándome. Me esperaba, me aguardaba a mí.
Me dejo caer sobre él y oigo a mis pobres pies suspirar de alivio. ¡Diez horas trabajando! Ya había oído que trabajar en época de exámenes agota más que de costumbre, pero… ¡Diez horas! Eso no agota, eso asesina.
Miro a mi alrededor con el descaro habitual. Sé que a mis compañeros de trayecto a menudo les incomoda que me los quede observando, pero tengo esa mala costumbre y no puedo ni me interesa remediarlo.
Y entonces miro a mi derecha. Esperaba hallar a uno de esos trabajadores explotados como yo, a una ama de casa con sus bolsas de la compra, a un niño sentado de rodillas y empotrando la frente contra la ventanilla… pero no.
Encuentro una chica. A una chica muy mona.
A decir verdad, era más que mona. Era preciosa.
Intento que no se dé cuenta de que la observo. Primero miro hacia otro lado, luego intento contemplarla desde el reflejo de la ventana, pero la masa de gente me lo impide.
Opto por mirarla de reojo y rezar por que no se dé cuenta.

Tiene cara de cansada. ¿Vendrá de trabajar? Lleva el pelo mojado por la lluvia, cubriéndole parte del rostro. Agacha la cabeza con timidez, como si quisiera desaparecer en cualquier momento. ¿Se sentirá incómoda al saber que todo el mundo la admira? ¿Será consciente de que no puedo dejar de mirarla?
Se retira el pelo detrás de la oreja. ¡Qué hermosa! Tiene los ojos verdes. El frescor de la lluvia ha marcado de rosa sus mejillas. Veo que me mira de reojo y aparta la vista. Mierda, se habrá dado cuenta de que la observo. Quizá le molesta, quizá está harta de tíos como yo que se quedan embobados al verla. Me pregunto si está incómoda…

Me gustaría tener a una chica como ella. ¡Sencilla, bonita, fresca como la brisa! Ojalá me dejase entrar en su vida.
El tren se detiene y ella se levanta.

“¡No te vayas!” he pensado, pero no me he atrevido a decirlo en voz alta.

Antes de perderla de vista para siempre, me hubiese gustado decirle que, para mí, ella brillaba más que cualquier otra persona en el mundo.
Pero bueno, siendo tan bonita como era… muy posiblemente ya lo sabe.

miércoles, 8 de abril de 2009

Reaccionando

No tengo palabras para agradecer el inmenso apoyo que he recibido de todos vosotros estos días. Los que me comentasteis en el post anterior, los que me habéis escrito correos electrónicos, los amigos que me han dedicado su tiempo y la familia que me ha dado su apoyo.

Han sido unos días complicados. Me levantaba algunas mañanas y pensaba "¡Al cuerno con la carrera!" y otros días en que me decía "Continúa y no te rindas". Supongo que al leer estas dos frases, si tenéis en cuenta mi forma de ser... os podréis hacer una idea de qué decisión he tomado.

Voy a continuar. Soy consciente de que no necesito ese título universitario, y estoy perfectamente de acuerdo con las opiniones que me habéis dado. "Si no te gusta, no sigas". Bien, eso es cierto... pero no es que no me guste el objetivo de la carrera, sino que no me gusta la forma en la que me enseñan. "Me gusta el qué dice, pero no el cómo lo dice", por poner otro ejemplo. Si algún día vuelvo a desanimarme, pensaré que esto no es más que una etapa, un paso necesario para llegar a la meta final, el tramo cuesta arriba de la maratón.

Me quedo porque veo en la universidad un abanico de posibilidades de pasar temporadas en el extranjero de forma rápida y barata (véase Arizona) y aprender de los intercambios y las experiencias que pueda brindarme este período.

Me quedo porque, pensándolo fríamente, debo reconocer que he aprendido muchísimo en este poco tiempo. No todo es agradable, no todo lo hago a gusto... ¿Pero acaso hay algún trabajo o carrera en la vida que sea cien por cien placentero?

Pese a todo, no dejaré de ser yo misma. Si mi profesora de castellano está dispuesta a ponerme notas mediocres porque "escribo raro", dejaré que me las ponga. Seguiré escribiendo raro hasta el día en que me muera, le guste o no le guste. Mis traducciones serán mías y mi forma de escribir también. Puede que me cueste horrores sacar buenas notas por ello, o puede que acabe hallando alguna aceptación entre los profesores. ¡Quién sabe!

Pero me quedo porque quiero volver a Tokio. Quisiera hacer el máster allí, y bien es sabido que para hacer un máster se necesita una carrera. Aguantaré este tiempo, no me dejaré vencer... y si veo que en segundo año se me presenta la posibilidad de cambiar de especialidad con el segundo ciclo... que así sea.

Respecto al japonés... yo lo aprendí en la calle, y es en la calle donde quiero seguir aprendiéndolo. Si voy ahora a clase es para mantenerlo vivo en mi memoria, hasta el día en que pueda volver a pisar el Sol Naciente. Pese a que pueda sonar altivo, no creo que en el nivel inicial de japonés que enseñan en la universidad pueda enseñarme algo nuevo. Empiezan desde el "Konnichiwa", y conozco a gente graduada desde hace años en la facultad de traducción y especializados en lengua japonesa que actualmente van conmigo a clase. "Si quieres ir a la Universidad Autónoma, no vayas para hacer japonés, ves porque te da la gana y punto". Esas fueron las sabias palabras de uno de ellos.

Resumiendo... la universidad será para mí un salvoconducto, una etapa necesaria para llegar a algo más grande y más satisfactorio. Si puedo atenuar el espinoso período con intercambios y Erasmus a "porrillo"... que así sea, y mi inglés lo agradecerá.

Me han puesto de rodillas, pero me levanto. ¡No podrán conmigo ni con mis letras! Y no dejaré de ser yo misma por mucho que les desagrade.

Sólo escalando el frío y escarpado Everest se puede estar más cerca del cielo.

jueves, 2 de abril de 2009

Fuera de lugar

Hoy voy a haceros una confesión.


Comencé estudiando la carrera que hago ahora (Traducción e Interpretación) porque me gustó el objetivo que perseguía (o que creí que perseguía) esa titulación. ¡Poder ser traductora! Poder traducir libros del japonés y ser capaz de hacéroslos llegar a todos vosotros me parecía más que maravilloso.

Pero actualmente me encuentro perdida. No es sólo el hecho de estar perdida en sí, es también el hecho de que nunca me había sentido así, siempre había visto las cosas claras, pero ahora mi mundo se tambalea.

Lo que parecía ser un lugar en el que me iban a enseñar a comprender, a aprender a descifrar y a adaptar la realidad con palabras escritas ha resultado ser una mina de desengaños, una carrera fría y mecánica que sólo me ha traído hasta hoy dolores de cabeza. Ni siquiera me enseñan japonés, sino que me inculcan el francés, lengua que siempre he detestado, y me obligan a escribir en catalán, lengua con la que jamás he logrado identificarme.

Hasta ahora mi vida había sido un cúmulo de éxitos, una perfecta sucesión de hechos que me han llevado... ¿A esto? ¿A una universidad quirúrgica, fría, catalanista hasta el extremo y creadora de pseudotraductores clónicos?

Desde hace unos meses, no hay día en que me levante para ir a la facultad y no piense: No, así no.

Estoy fuera de lugar. Recuerdo ese Día (¡El mítico día en que empezó la decadencia!) en que mi profesora de castellano sostenía una de mis redacciones en la mano. Hacía muecas con la cara y ladeaba la cabeza:

"Es que... Marta... no sé.. escribes... escribes raro".


Escribo raro. ¡Profesora, ese es mi mayor orgullo! Y que a una catedrática le parezca raro es casi una satisfacción. No busco parecer más inteligente que nadie en mis escritos, no escribo para intelectuales ni para personas como usted, sino que escribo por el pueblo y para el pueblo. ¡Esa es mi rareza, viva con ella! No vivo por los libros, sino con los libros. Mi meta no es la sabiduría absoluta, ni la cátedra ni el honoris causa:

Mi meta es llegar al corazón de las personas. Dígame, profesora... ¿Tiene usted corazón?

He suspendido castellano. Buscan convertirme en alguien distinto, en lo que ellos quieren que sea, y yo, ya... ya casi no sé quién soy.

Os pido auxilio, lectores míos... Pido auxilio al mundo por primera vez en mi existencia. ¿Qué, qué se supone que debo hacer ahora?

miércoles, 1 de abril de 2009

Gracias

Hoy no tenía pensado escribir nada hasta la noche, pues tengo un poco de prisa... pero he visto algo tan sumamente conmovedor que me ha literalmente obligado a ponerme a escribir.

En su momento pensaba escribir sobre el hecho de que ya hemos alcanzado las 77.777 visitas. ¡Muchas gracias por todo este tiempo!
Kamugo me ha enviado una captura de pantalla del momento (aunque en el e-mail no me ha quedado muy claro si la ha tomado él o no... jajaja). Muchas gracias ;)


Desde luego, cuando abrí este blog pensando en un simple espacio en el que colgar mis cuatro experiencias en Japón, nunca pensé que llegaría a convertirse en un webblog con lectores fieles como todos vosotros, que me siguen pese a haber vuelto ya a mi país. ¡Aunque ya digo por adelantado que pienso volver al Sol Naciente! Todavía queda un tiempo, pero seguro que mi próxima marcha será más larga que la anterior.


Y bueno, pasemos a lo que venía a decir... (ya adopto el estilo japonés, de decir lo más importante al final...) ¡Javi, Javi...! Un lector de este blog me ha hecho un regalo sumamente conmovedor, totalmente abrumador. ¡No ha hecho nada menos que dibujar un cómic basado en la historia de este post! Que en su momento ese escrito tuvo mucho éxito no es ningún secreto (fue y sigue siendo el post con récord de comentarios), pero jamás esperé que alguien llegase a hacer algo tan sumamente hermoso. Juzgad por vosotros mismos:


¡Que lo disfrutéis tanto como lo he disfrutado yo! Y Javi, dime si tienes una web o un blog al que pueda enlazar tu nombre, pues si lo tienes... ¡Creo todo el mundo debería conocerlo! Muchas gracias de nuevo.


Y muchas gracias a todos los que me escribís correos, ya sean reviews, comentarios, peticiones, preguntas... a veces tardo en responder (¡Sí, soy consciente de ello!) pero cada vez que veo que alguien me ha escrito me da un vuelquecito el corazón. No tengo millones de lectores, tengo 77.777, pero son los mejores 77.777 del mundo.