sábado, 28 de junio de 2008

Caminando

Estoy segura de que si vierais una calle japonesa en una foto, aunque estuviera hecha a drede para que no se viera ningún cartel, ninguna persona, ni nada que delatara el país donde se encuentra ésta; no hay duda de que sabríais que es una calle japonesa.

¿por qué? Supongo que por que tienen unos rasgos característicos, ¿No?

Yo podría decir que ya tengo la mente "envenenada". La costumbre ha dejado su huella en mí, y al caminar por éstas calles ya nada me sorprende.
Sin embargo hoy, al volver a casa al mediodía, he decidido cerrar los ojos un momento, borrar todo lo que yo había tachado "habitual" de mi mente, y mirar la ciudad con nuevos ojos. Así me daría cuenta de qué es distinto y qué no lo es.

Así pues, os pongo fotos que he tomado de algunas cosas habituales en las calles japonesas que no se suelen ver en otro lugar:



Os habéis fijado que las calles normales (no hablo de avenidas ni calles grandes), no tienen aceras? Podéis hacer la prueba con cualquier foto de una calle japo que veáis por internet; las aceras están reservadas a zonas muy concurridas. Normalmente hay que ir vigilando que no te atropellen ;)

Otra cosa apreciable en la foto de arriba y también en ésta:


Las calles de los barrios residenciales están plagadas de macetas. Quiero pensar que son duendecillos que ponen las macetas en la calle cuando llega la noche para darle color a la ciudad; pero mi lado realista me dice que ésto es una consecuencia de que tener patio sea un lujo imposible en Tokyo, que hace que los japoneses lleven su amor por la jardinería a mas allá de las puertas de su casa.

Otro detalle:


Los famosos parkings para enanitos. Muchas veces el coche no cabe entero y van sacando el morro por fuera. En la foto vemos otro ejemplo de lo mencionado antes; las macetitas de rigor y la ausencia de acera.
Lo curioso de éstos parkings individuales es que, a pesar de que la gente también los usa como trasteros y suelen tener las bicis, tablas de surf, o lo que haga falta en su interior; suelen estar siempre abiertos sea la hora que sea (supongo que que el coche no quepa con la puerta cerrada debe de tener algo que ver).

Otra cosa curiosa es el hecho de que es muy habitual encontrarnos casuchas o tenderetes ultra cutres al mas puro estilo gueto enmedio de la ciudad.
Normalmente cuando digo esto, la gente no me cree a la primera; se piensan que Japón, por su economía, debe tener un ambiente futurista y moderno... Pero eso no es necesariamente así.


Por ejemplo... ésta es la frutería de mi barrio ;)


Una casa random encontrada de camino...

Y para acabar, quién no sabe de los famosos postes de cables. En España solemos tener el cableado bajo tierra, pero... ¿Por qué en Japón siguen usando los antiestéticos postes?


La respuesta es sencilla: Los terremotos.
Imagináos que cada vez que temblara la tierra y algún cable se rompiera, tuviesen que levantar media ciudad para repararlo todo... ¿poco práctico, verdad?
Así pues, como ya comenté, descubrimos que todo tiene un motivo. Al conocer el origen de ésta antiestética costumbre, estoy seguro que a todos, de repente, no os parece tan mala ;)

11 comentarios:

Anónimo dijo...

We should have a great day today.

Anónimo dijo...

Katon, Goukakyu no jutsu.

Kamugo dijo...

Lo de los postes será en la ciudad, en mi pueblacho siguen existiendo los molestos postes de la luz. Ajajaja, pero aquí no hay terremotos -.-

e dijo...

Muy interesante lo de los postes ^_^ Yo pensaba que era para volverme loco entre escena y escena de Lain jajajaj

Morrison dijo...

Me gusta la idea de los enanitos y los duendecitos... Ellos y yo ya somos casi como hermanos, jajajaja

así que bueno, no creo que vayas tan desencaminada en tu explicación, sólo que como en gantz, has de estar bajo los efectos de algo para poder verlos X'D

y realmente sí, las cosas suceden por algo. todo tiene un por qué. aunque a veces no se entienda a simple vista.

saludos desde la otra punta del mundo

Rodrigo dijo...

gracias por darnos a conocer esto ya que es una mirada occidental a una cultura tan pragmatica.lo de las calles sin aceras no me habia fijado pero ahora que lo pienso si tienes toda la razon por eso es que en todos los animes no tienen y peliculas tambien ahora me doy cuenta gracias

pd:como una entretenida reflexion
pd2:espero tu nueva reflexion chau...

Alvaro dijo...

Dios mio, me encanta la fotografia de la casa random ^^ Se sale la mirada nueva que has aplicado a tus calles, un dia yo deberia hacer lo mismo >_<

Por cierto, mi gata no se llama Nana ^^U Es la gata de una amiga y es tooooooda mona *__* (se llama Nana por Nana Oosaki ^^) y gracias por la opinion sobre mis fotos Nanita >3<

nunainbarcelona dijo...

Que razón tienes. Pasamos miles de veces por las mismas calles, plazas y jardines sin descubrirlos.
Me gusta que reflexiones y los veas de otra forma. Las costumbres y lugares tienen muchas interpretaciones. Y creo que vale la pena observarlos con una mirada diferente. Para aprender a conocerlos.
Porque siempre son distintos. Y veo que te has dado cuenta.
Bonita entrada.!!!!

Besitos..... sigue así.

El oficio de profeta es el oficio del poeta. dijo...

En shitose funabashi las calles son algo distinto que en Tokio, he vivido muchos años en distintas partes del mundo, por ejemplo en Korea del norte o sur y en el barrio chino de mèxico,dolores, pero algo escepcional con los carros de ferrolarriles convertidos en viviendas escuelas sanatorios y es que los parias del mundo son vagabundos construtores de lìneas ferreas desde Japòn a la
Patagonia hasta Austria o los pirineos:
Como puedes ver, esta foto que te estoy enviando, la tomé precisamente cuando llegué a hacer una supervisión como Asesor del Sindicato de Ferrocarrileros, porque la amistad que yo tenía con Demetrio Vallejo se prolongaba a las relaciones amistosas que tenía con su mamá que era telegrafista en Espinal, Oaxaca. Era telegrafista y conductora del ferrocarril que iba para Oaxaca del cual no quedan nada mas que los rieles, Espinal está antes de llegar a Oaxaca y por mis idas y venidas románticas de quererme integrar a los ferrocarriles y como sueño trabajar como obrero o como lo que fuera, llegué a ser ingeniero, y gozaba de una gran simpatía con lso compañeros del sindicato. Porque siempre me tocaba hacer en mis horas libre como ingeniero de la Euzkadi, los dictámenes de seguridad, higiene, riesgo profesional, medicina del trabajo y en el trabajo, un dictamen que siempre terminaba como testimonio de las luchas de los mas humildes, el proletariado de campesinos, a rieleros, a peones de línea, los mas miserables, a consecuencia de la erosión y carencia de tierra. El puro nombre te lo dice todo ESPINAL. Un calor en una selva y te parece poco que diga selva, pero existen las selvas de zonas desérticas y erosionadas. Y te lo digo con conocimiento de causa., yo soy Dasónomo, ósea el estudio de los bosques, el cual adquírí por mi necesidad y la de mis congéneres para poder dar un buen dictamen. Y así estudié Edafologí, que es el estudio de los suelos. Y por donde pasa una vía de tren una carretera, un camino de terrasería, un canal de aguas.Estas dos ciencias van ligadas por que se desforesta, se agraden los suelos, se destruye la topografía, la geografía y no han tomado en cuenta los daños que causan al alterar ello por donde van pasando las vías de comunicaciones. Comisión Federal de Electricidad y sus extendidos eléctricos, ferrocarriles, canales, presas, carreteras, puentes, y todo lo que sea con la relación de despojar al suelo con lo elemental que es la geografía, la topografía, la geología, la vulcanología, dasonomía y edafología, en todo esto me especialicé y me sirvió para trabajar para el pueblo, todo el tiempo a su favor, Y por lo mismo comencé a convertir en un problema para el estado. Los sindicatos recurrían a mí para que los asesorara, o les diera un dictamen o una orientación. Pero donde mas me refugiaba era con los ferrocarrileros, por lo que ya te dije que mi abuelo y bisabuelo Patricio Matheu, el irlandés fueron ferrocarrileros. Llego a Veracruz cuando todavía no había ferrocarriles, él hizo los primeros tendidos de rieles que partieron de Veracruz, agarró por Cumbres de Maltrata, el mas bello de los paisajes ferrocarrileros, las faldas del Citlaltepetl Pico de Orizaba, hasta llegar a San Lázaro. Y después hizo el otro ferrocarril, el de vía ancha, bueno, los rieles. Trajo peones irlandeses los cuales dejaron su semilla genética, su genoma humano y los puedes encontrar en todas las estaciones. Pelirrojos, blancos, tercor y leales. Pero también trajo a los chinos, y hasta mi papa Isaac, de peón de línea pasó a ser conductor del Ferrocarril Centroamericano. Y mi papá fue peón de vía a los 14 años, refugiados, emigrantes, inmigrantes, gitanos de vía, por patria el ferrocarril a donde fuera. Somos una leyenda que se peridió en la historia y que se llevó Zedillo como dueño de los Ferrocarriles de México. Pero en tiempos de López Mateos, tuve que enfrentarme a él, porque antes fui ferrocarrilero antes de ser amigo de él y fui a parar a la cárcel, pero los documentos fueron válidos para defender la causa de los ferrocarrileros, los presos políticos. De la cárcel me fugué de Lecumberri, porque fui capturado entregando los documentos y el portafolio con todas las fotografías y los estudios, los cuales al entrar al sindicato donde ya estaba requisado después de las selecciones en que Demetrio había ganado con 59 mil votos a su favor. Y Valentín Campa se le adjuntó para lograr el apoyo de los comunistas. Ahí llegaron a capturarlos, inocentemente yo llégué con todos lso documentos.
-Ah, a usted lo estábamos esperando
-A mí
-Sí, ¿usted es el encargado de los accidentes, verdad?
-¿Yo? No. No, yo me equivoqué de edificio
Y salí corriendo por las escaleras. Abajo venía subiendo uno de los Hermanos Mayo, el que era mi maestro de fotografía.
La cifra de españoles refugiados en México ascendió a poco más de 5 500, la mayor parte llegaron entre junio y julio de 1939, a bordo de buques como el “Sinaia”, “Ipanema” o el “Mexique”, por sólo citar los más conocidos . Entre estos refugiados, desembarcarían los fotógrafos conocidos como Hermanos Mayo.
Su presencia contribuiría a la cultura visual mexicana, principalmente al fotoperiodismo, no sólo por las imágenes sino por el aporte tecnológico que hicieron a ella. El trabajo de los Mayo representa para este país un importante testimonio visual de la historia mexicana, con un archivo que alcanza los 5 000 000 de negativos, hoy en propiedad del Archivo General de la Nación. Su mirada alcanzaría a los braceros mexicanos, emigrantes como ellos, para quienes partir de su país significaba la posibilidad de aumentar los ingresos económicos para que, al regreso, ellos y sus familias tuvieran mayores oportunidades de vivir dignamente.
Le dije toma mis fotografías, luego paso por tu oficina. Su oficina estaba en Hidalgo, abajo del sindicato. En Hidalgo 96, donde el charro Luis Gómez Z. se acento y se tomó el STFRM Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana. Pero claro, ahí en ese mismo lugar en el regímen alemanista, el charro Jesús Díaz de Leon, llamado así por ser aficionado a la charrería, a los gallos, tomó por asalto la Secretaría Nacional del STFRM formando su grupo 14 de Octubre que, le dio el honor de la fecha del asalto en abierto apoyo al regímen . Así es como se conocen a la fechas todos los charros.
Tan fue asqueroso todo el manejo de los charros que hubo un foco que se llamó Grupo Héroes de Nacozari. Abusando y desprestigiando el nombre de Jesús García Corona. Los Hermanos Mayo daban clase de fotografía y entre ellos estaba yo, como ayudante de fotografía, siempre llegaba a barrer y a limpias todo, hasta que un día les dije
-¿cuándo me van a dar mi primera clase de fotografía?
-Ya te ganaste el curso, estas becado con nosotros, por fin habeis protestado. Vosotros los Orozco son muy aguantadores, pero queriamos saber hasta donde ibas a aguantar.
Con él tomé mis primeras fotografías, me regaló mi primera cámara, una Mamilla descompuesta que tuve que arreglar consiguiendo en el Montepío piezas de por aquí y de por allá. Ahí conocí a Rulfo que iba también a tomar clases de fotografía, después nos encontramos con Rulfo que estaba trabajando en la Euzkadi. Yo trabajé primero de eventual, de peón, en la Euzkadi, y el me agarraba para ir a hacer instalaciones a Real del Monte y Pachuca, a poner las bandas y los canjilones porque el vendía bandas planas y bandas “V” pero las íbamos a instalar a las fábricas y él llegaba a supervisar el trabajo. Después ya como ingeniero, Rulfo tenía que andar bajo mis órdenes, vueltas que dá el mundo. Así es que los mineros que salieron desnudos de Real del Monte, a protestar, yo los saque y les dije “para que salgan en primera plana en el periódico, salgan a protestar desnudos así como están trabajando”. Esas fotos las tomó Pedro Valtierra en La Jornada. Mayito nos calificaba las fotos y siempre tenían una orientación política. Días antes de morir le habían roto la cabeza al estar tomando fotografías en una manifestación, siempre los refugiados somos solidarios, cuando somos rojos somos internacionalistas. Lo mismo en el socorro rojo, como en las luchas obreras.
Y esto que te envío es un recuerdo de una foto que Mayo me la retornó para que hiciera las publicaciones.
Los restos del fotógrafo español Faustino Castillo Cubillo, Mayito, que luchó en la guerra civil española (1936-39) al, lado del general republicano. Enrique Líster, fueron incinerados y sus cenizas esparcidas en las aguas del golfo de Veracruz el pasado martes. Castillo, de 83 años, falleció el lunes en México de un paro cardiaco. Un familiar de Mayito, como era conocido en el ambiente periodístico de México, dijo que sus cenizas fueron arrojadas a las aguas en esa zona porque ese puerto fue el primer lugar mexicano que conoció cuando llegó a bordo del barco Sinaya. Nacido en Madrid el 8 de octubre de 1913, a los dieciocho años se inicia como ayudante del fotógrafo José María Díaz Casariego.

No padezco Alzheimer, y gracias a ello sigo siendo parte del recuerdo humano. Estuve preso hace poco en Pacho Viejo y la gente de Pacho se estaba organizando porque tenían problemas y carencias en la tenencia de la tierra. Te has de acordar ese pasaje tan bello aunque miserable que era ser PEON DE LINEA. Llegaban con todo y familia montados en furgones de ferrocarril que eran sus propias casas, llevaban el perico, el loro, cotorros, y algunos hasta guacamayas gallinas, perros, gatos, les daba un toque como gitanos trashumantes, En las ventanas de vagones de carga convertidos en casas ambulantes lo primero que sucedía era que abrían esas puertas y por obra de magia y arte aparecían las macetas de botes, de cualquier producto y las flores llamaban la atención, El bullicio de todos los niños, los chillidos de los recién nacido, (diario nacían niños de parteras empíricas y curanderas que tomaban de sus macetas toda la herbolaria, ahí habían toda clase de hierbas medicinales, hasta las prohibidas) y los gritos de la mamá mandando a traer el agua para lavar el piso del vagón. Eran ellos parte de los peones de línea, peones de vía, caporales, jefes de cuadrilla. Los niños pequeños jugaban rayuela o canicas dentro de los durmientes, y se alumbraba el interior con candiles y lámparas de ferrocarrilero. Olor a petróleo, alquitrán de los durmientes, chapopote, y las risas y los cantos. comenzaban a cantar los gallos traídos en corrales. Algunos pollitos que salían a comer las hierbas a la orilla del riel. Se amarraban las gallinas y los pollitos piaban e iban creciendo junto con la prole familiar. En Pacho Viejo se hizo un punto estratégico para dar mantenimiento a la línea del tren, y digo tren porque así decía mi bisabuelo que rea liniero, había llegado de Irlanda acarreando chinos, y él vivía en un cabus. Me dá mucho gusto saber que alguien entiende o comprende el color azul, el color naranja de los vagones y de las casas. Las señoras, la curandera, la yerbera ahí vivían entre todos los peones de línea. Eran trashumantes de frontera en frontera. Nadie tenía papeles, nadie estaba registrado, todos eran explotados por los contratistas, por el enjambre que se iba formando al rededor de la extensión ferroviaria- Flores Magón anduvo de liniero, los dos hermanos y hasta un primo que se perdió y nadie lo conoció. En Espinal; una estación de bandera, había una telegrafista, se había quedado viuda, y también había peones Linieros, los famosos PEONES DE LINEA. Paliacates rojos, y las gorras, las cachuchas y los sombreros eran para taparse el sol, pero también para protegerse del calor y la lluvia. Algunos podían comprar una manga. Llegaban los usureros prestando dinero, llegaban los comerciantes comparsas de los usureros, vendían relojes, llegaban las juchis a vender aretes, collares y eran parte del folclor de los campamentos linieros. La guitarra, la armónica, y en algún lugar había una vitrola. Conforme fue llegando el desarrollo después de la muerte, mas bien el asesinato de Jaramillo, y de la destrucción de la Alianza Obrero Campesina y del Ingenio Zacatepec de la destrucción de las tiendas que ya no eran de lista de raya, pero que se podía comprar con bonos de la Revolución. Las tiendas reguladoras de mercado compraban a los campesinos las cosechas y todavía existían los trapiches de caña donde se hacía panela, piloncillo y azúcar moscabada y todo lo adquiría el estado para beneficio del pueblo. Se vendía ropa para los obreros y los hijos que estudiaban se conocían como "los hijos del ejército" porque la empresa que era una cooperativa del calzado y del vestido la COVE C.O.V.E. Cooperativa de Obreros de Vestuario y Equipo se dividió en dos, la Industria Militar, se adquirieron 326 máquinas - herramientas para la fábrica de armas en Tecamachalco y, entre otros, el equipo para la de cartuchos en Santa Fe. Surtía a todas las escuelas primarias de zapatos tenis, botas negras, botas cafés, y ropa para los “hijos del ejército” que era toda la escuela primaria que se consideraba como “Un soldado en cada hijo de dio”. Pero los trabajadores de la fábrica de Santa Fe fueron a felicitar a Manuel Avila Camacho el día de su cumpleaños y Maximino Avila Camacho cuando vió tantos obreros que iban a San Pedro Los Pinos, ordenó a un batallón que los masacrara, yo acababa de llegar a Chapultepec, y andaba en una pinta cultura para conocer el país al que me iba a quedar para siempre. Yo también usaba esa ropa, era “hijo del ejército”, estaba en la Escuela Primaria Ponciano Arriaga, ahí me volví anarquista porque en esa escuela estaban todos los escritos de Ponciano Arriaga en la biblioteca y los escritos de Flores Magón, porque Flores Magón y los hermanos Aquiles Serdán, formaban parte de la cedula política: Todo el archivo de la familia de Ponciano Arriaga y su obra estaba en esta escuelita que estaba en la calle de La Santísima en pleno mercado de La Merced. Esta escuela fue desmantelada por Miguel Alemán, al saber que mi formación anarquista se debía a mi escuela primaria, desaparecieron toda la biblioteca sobre todo por esta pequeña proclama de Ponciano Arriaga:
Promulgación de la Procuraduría de los Pobres 1854.
“En vano proclamaron los gobiernos las teorías y principios de libertad
Si una fracción pequeña y muy reducida de los gobernados es la que disfruta de las garantías sociales, el goce de la vida y hasta la opulencia y el lujo. Mientras el resto de los ciudadanos están sumergidos en la mas profunda degradación y miseria”
Así fue que con esta proclama en defensa de los Derechos Humanos en Coyoacan, nació el “Comité de Defensa de los Derechos Humanos en Coyoacán. Hermanos Flores Magón.” donde se integraron los Voladores de Papantla para defender sus derechos, así como los Nahuas, Otomíes, Mixtecos, Zapotecos, Mixes, Masahuas (que fueron los que se levantaron en armas con fusiles de madera para defender su agua, al frente de ellos iba María Masahua) Y su Secretaria General era Zenaydita.
Ponciano Arriaga (1811-1863)
Nació en San Luis Potosí, S,L.P. Abogado, destacado federalista por lo que fue desterrado varias veces del país. Fue acérrimo rival de la invasión estadounidense al grado de estar en desacuerdo con los tratados de paz que en 1848 se firmaron con ese país dadas las condiciones de desventaja para el nuestro. Durante el mandato de Mariano Arista fue su colaborador como ministro de Justicia, también de Negocios Eclesiásticos y de Instrucción Pública. Santa Anna los desterró del país en su última dictadura dadas sus ideas liberales, sin embargo al triunfo de la Revolución de Ayutla regresó al país. Presidió el Congreso Constituyente en 1856 y fue diputado por los distritos de San Luis Potosí, Guerrero, Jalisco, México, Michoacán, Puebla, Zacatecas y Distrito Federal. Redactó –junto con otros destacados liberales- el proyecto de constitución de 1857. Por su participación en el Congreso, se le llamó el Padre de la Constitución. Fue Gobernador interino de Aguascalientes en 1862 y Gobernador del Distrito Federal en 1863.
Camilo Arriaga (1862-1945)
Ingeniero Civil. Político. Defensor de las Leyes de Reforma. En 1847 fue diputado local y diputado federal de 1890 a 1898. Fundó el Club Liberal “Ponciano Arriaga” en el año de 1900 conjuntamente con Antonio Díaz Soto y Gama y José María Facha. De este club, conjuntamente con otros clubes del país, nació el Partido Liberal Constitucionalista en el año de 1901. Se autodeclaró totalmente antireeleccionista lo que le acarreó el encarcelamiento por parte de Porfirio Díaz. Al triunfo de Madero (a quien apoyaba) declinó un puesto que le fue ofrecido en el gobierno. Fue destacada su labor en organizaciones antifascistas a poyando a España y a la Unión Soviética. Destacó también por su labor periodística en el Distrito Federal lugar en el que murió.
Todo esto que te cuento es porque un tren de carga se descarriló y sólo tengo la fotografía, el recuerdo del documento y la memoria. Pero ahí contra los vagones de mis cuates, de mis compañeros, de sus familias de los niños, todo ese paisaje de los vagones de carga convertidos en habitaciones y dos de ellos convertidos uno en kinder y otro en primaria donde se aprendía a escribir en máquina, con todo y maestra, así como las cuidadores voluntarias que habían llegado de la escuela rural, les llegó la tragedia, fueron muchos los muertos, pero se vivía un estado de sitio, parecía un campo de guerra porque los guachos habían llegado a romper la huelga, decían que había sido SABOTAJE. Pero yo tenía las fotografías de todo el accidente. Imagínate niños, niñas, madres, perros, gatos, pericos, todo lo que antes te conté mezclados con los fierros y toda la responsabilidad se calló, nadie era culpable, “eran los peones de línea que no le habían dado mantenimiento a la línea“. Los pescados estaban preocupados con los presos políticos, pero nadie quería ver los peones de base como Demetrio Vallejo, por eso no quería a Valentín Campa, y después se peleó con Heberto Castillo. Murió en la miseria. De Valentín Campa me fui a despedir el día en que murió, ese día me iba a operar en el 20 de noviembre y él estaba tendido en la Gayosso de Félix Cuevas. Bajé de la ambulancia con mi tanque de oxígeno, acompañado de Zenaydita, un camillero y el chofer, tuve tanta suerte de llegar ese día y ver a sus hijos, sus deudos, a las seis de la mañana.
Esa tienda reguladora de mercado se llamaba Rubén Jaramillo, pero ya había el proyecto en 1949 de la CEIMSA, empresa estatal importadora y exportadora de alimentos, que tiene la función de regular los precios de artículos de primera necesidad y establecer tiendas de conveniencia en toda la república para su distribución. Para cambiar el nombre y quitarle al pueblo el alimento, el grupo de Atlacomulco tomó el poder, venía nada menos que Carlos Hank González a crear el proyecto de la CONASUPO, pero la reguladora seguía entre los linieros, Hank González decía que la CONASUPO no era una hermanita de la caridad, que venía a estabilizar el mercado. Ya había convenios con empresas como GIGANTE, SUMESA, CEMERCA y supermercados que iban adquiriendo lo que la productora almacenadora de mercados se convirtió en un mercado del maíz. Sin embargo dentro del gremio ferrocarrilero, todavía habían carteles de los Rosemberg y algunos carteles de Charles Chaplin y el Macartismo.
Hace cincuenta años: ¡Salvad a los Rosenberg! Higinio Polo-El Viejo Topo Estas líneas son un mensaje en una botella, enviada a Michael y Robert Meeropol, hijos de Ethel y Julius Rosenberg, que siguen luchando por la memoria de sus padres. ==================================================== "Era un verano extraño, sofocante, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg", dice Esther Greenwood, el personaje de La campana de cristal, iniciando así la célebre novela de Sylvia Plath. Pero aquel verano de 1953 fue, además de extraño y sofocante, siniestro. El veneno letal del anticomunismo había sido inoculado a una parte importante de la población norteamericana, hasta el extremo de que muchos ciudadanos, confiados patriotas que temían por su país, honestos contribuyentes que esperaban con temor el ataque de los comunistas soviéticos, deseaban ardientemente el castigo contra los enemigos de América, la muerte de los traidores. Y los Rosenberg eran unos traidores. Hilda, la modesta sombrerera de la novela de Sylvia Plath, confiesa a Esther Greenwood, con escalofriante ingenuidad, sus sentimientos ante el caso Rosenberg: "Estoy tan contenta de que vayan a morir..." No pensaban de esa forma solamente los personajes de ficción. Otros muchos ciudadanos bienpensantes, perfectamente reales, lo sentían así: Michael, uno de los hijos de los Rosenberg, llegó a ser denunciado por el conductor de autobús de su propia escuela, que había visto su fotografía en los periódicos, descubriendo así que uno de los niños que llevaba en su autobús era un hijo de los Rosenberg. Todo lo relacionado con ellos era maldito: hasta sus dos hijos fueron expulsados de la escuela. Hoy es difícil imaginarlo, pero el caso Rosenberg no sólo conmocionó a los Estados Unidos sino que también se convirtió en un escándalo de proporciones mundiales. Los Rosenberg eran inocentes, pero eso no les salvó de la muerte en la silla eléctrica. Hace apenas unos años, la Asociación Americana de Abogados reconstruyó durante dos días el juicio a los Rosenberg, y llegó a la conclusión de que los dos eran inocentes de las acusaciones por las que fueron condenados a muerte. Todo el mundo lo sabía entonces, tantos años después. Pese a ello, todavía hoy aparecen de vez en cuando obras que insisten en la obsesiva historia del espionaje soviético, como el libro The Venona Secrets, de Herbert Romerstein y Eric Breindel, que siguen trenzando esa historia tan útil para justificar la persecución de los comunistas norteamericanos y de los ciudadanos progresistas, y para seguir sembrando el miedo. La persecución contra los Rosenberg comenzó en los duros inicios de la guerra fría, en 1950, pero la represión contra los comunistas se había iniciado mucho antes de la adopción de la política contenida en la llamada doctrina Truman de contención del comunismo, que surge en 1947. Ya en 1940, cuando aún los Estados Unidos no habían entrado en la guerra, el Tribunal Federal excluye a los comunistas de las elecciones presidenciales en el país, y, tras el final de Hitler y el impulso de la nueva política de Truman, el poder y los periódicos norteamericanos empiezan a crear un clima de alarma en la población, fomentando el miedo al comunismo para justificar una agresiva política exterior, llegando a asegurar que se esperaba un ataque atómico contra Nueva York: en esa situación, cualquier comunista es un sospechoso, un traidor. En 1949, la URSS había conseguido la bomba atómica, e iniciativas como la ley Smith, o como la persecución de los diez de Hollywood en 1950, y el caso Alger Hiss, contribuyen al miedo, convenientemente alimentado por los grandes medios de comunicación y por el propio gobierno norteamericano. La histeria en las instituciones norteamericanas era enorme: en 1949, los comunistas habían triunfado en China, y en junio de 1950 -un mes antes de que fuese detenido Julius Rosenberg- había estallado la guerra de Corea, sobresaltos que se añadían a la sorpresa ante la evidencia de que la URSS también poseía la bomba atómica, y que contribuyeron a desatar la histeria del senador McCarthy, en el inicio de la caza de brujas en todo el país, locura que aplicaba la lógica de la doctrina Truman de contención del comunismo. En ese obsesivo ambiente ciudadano, Edgar Hoover, director del FBI, en complicidad con los sectores más anticomunistas del gobierno, inició una apabullante campaña orientada a perseguir a los comunistas americanos, a conseguir que los vecinos se espiasen entre sí mismos: el estímulo a la delación sembró el miedo, llenó miles de fichas policiales, grabó innumerables conversaciones telefónicas, produjo todo tipo de escuchas ilegales e incluso llevó a estimular que padres e hijos se denunciaron por sospechas de simpatías comunistas. Cualquier ciudadano era un potencial sospechoso. Ese ambiente opresivo explica el comportamiento de una parte de la familia de Ethel Rosenberg. El senador McCarthy llegó a denunciar que los comunistas se habían infiltrado en el Departamento de Estado, en el Pentágono, en Hollywood, en el teatro de Broadway, en los medios de comunicación y en las universidades. América estaba infiltrada, minada en sus cimientos, y había que responder. Los patriotas reclamaban mano dura y las denuncias proliferaron, llegando algunos delatores aventajados, como Martin Berkeley, a facilitar a la policía más de ciento cincuenta nombres de comunistas norteamericanos, para que pasaran a manos del Comité de actividades antiamericanas. Miles y miles de comunistas norteamericanos perdieron sus empleos, quedando en una difícil situación. El propio sindicato de actores prohibió la presencia de comunistas en sus filas, y Richard Nixon, entonces un oscuro político, acumulaba méritos reclamando que fuera perseguida la "red de espionaje" que había entregado los secretos de la bomba atómica a los soviéticos. Ahí, encerrada en ese círculo del odio, en ese cenagal anticomunista, está la historia de los esposos Rosenberg. * * * * El caso Klaus Fuchs, que toma el nombre de un científico británico detenido por espionaje a favor de la Unión Soviética, está en el origen de la acusación contra los Rosenberg. Un químico de Filadelfia, Harry Gold, confesó al FBI que había sido el contacto de Klaus Fuchs en los Estados Unidos durante la etapa final de la Segunda Guerra Mundial. A partir de febrero de 1950, y tras muchos interrogatorios, un ciudadano llamado David Greenglass -hermano de Ethel Rosenberg-, fue obligado a firmar una declaración, en junio del mismo año, en la que aceptaba haber sido cómplice de Harry Gold. Greenglass había trabajado en Los Álamos, centro norteamericano de investigación atómica, y a la policía norteamericana no le costó demasiado conseguir que ampliara su confesión: presionado por el FBI y creyendo así que su responsabilidad ante los tribunales sería menor, Greenglass declara que había sido captado, en 1944, por su cuñado Julius Rosenberg para una red del espionaje soviético. Así se inicia la tragedia de los Rosenberg. Las palabras de David Greenglass serían profusamente utilizadas por la acusación, porque él y su mujer fueron los únicos que acusaron de espionaje a los Rosenberg: su testimonio era suficiente para el trabajo del fiscal. En realidad, el fiscal vio la oportunidad de montar un caso de alcance nacional, ligando la cuestión de la bomba atómica -asunto que entonces conmovía a América, por la pérdida del monopolio nuclear- a una supuesta red de espionaje soviética, alzándose a la categoría de personaje nacional. No había duda: los Rosenberg eran comunistas, y, por lo tanto, eran culpables. La histeria anticomunista, el vergonzoso papel de la prensa y el clima de guerra fría hicieron el resto. De esa forma, la detención de los Rosenberg, similar a otras muchas en los Estados Unidos del miedo mccarthysta, se convertiría en unos meses en un caso que conmovió al mundo. Para el FBI, se había descubierto la red de la conspiración soviética, y la cadena, iniciada con Harry Gold -supuesto contacto de Klaus Fuchs en los Estados Unidos- llegaba hasta David Greenglass y su cuñado, Julius Rosenberg. David Greenglass, sometido a la presión policial, dibujó unos esquemas que supuestamente mostraban los secretos de la bomba atómica: los expertos que los vieron después los descalificarían por completo, como "infantiles", aunque fueron la prueba más importante en el proceso de los Rosenberg. La invención de la trama y la creación de pruebas falsas llegaron al extremo de que el documento que demostraba el nexo entre Gold y Greenglass y, según la lógica feroz de la policía, de Julius Rosenberg con el espionaje soviético, era una tarjeta de registro en el hotel que había sido elaborada por el propio FBI. Esa tarjeta era la prueba esgrimida sobre una reunión en el hotel Hilton de Albuquerque, en junio de 1945, entre Gold y Greenglass. Julius Rosenberg ni siquiera conocía a Gold, aspecto que admitió el propio Harry Gold durante el proceso. Pese a la precariedad de las pruebas, las piezas creadas por el FBI empezaban a encajar. El 17 de julio de 1950 Julius Rosenberg es detenido y, tres semanas después, también lo es su esposa Ethel. La acusación contra Julius era la haber reclutado a Greenglass para el espionaje soviético; contra Ethel, la de haber colaborado en la red de espionaje con su esposo, con Greenglass y con Gold. Nada detiene el furor anticomunista, al extremo de que incluso los procedimientos legales son violados por la policía: Morton Sobell, un antiguo compañero de estudios de Julius Rosenberg, es secuestrado en agosto de 1950, en el extranjero, en Ciudad de México, por agentes del FBI, y trasladado a Estados Unidos. También le acusan de formar parte de la red de espionaje. Los Rosenberg pasarían tres duros y largos años en la cárcel, antes del desenlace. Finalmente, el juicio empieza el 6 de marzo de 1951. Durante catorce días, desfilan los testigos. El 29 de marzo, el jurado declara culpables a los Rosenberg, aceptando la versión del fiscal, según la cual Julius Rosenberg había captado a David Greenglass para la red de espionaje soviético. Éste le habría facilitado secretos atómicos del centro de Los Álamos, en Nuevo México, a través de una entrevista celebrada en Albuquerque con Harry Gold, supuestamente enviado allí por Julius Rosenberg, quien se había puesto de acuerdo con el vicecónsul soviético Anatoli Yakolev. La contraseña de Gold para su encuentro con Greenglass era "Vengo de parte de Julius": años después de la ejecución de los Rosenberg, un agente del FBI confesó haber sugerido él mismo el nombre de "Julius" a Gold. De hecho, Harry Gold nunca declaró haber conocido a Julius Rosenberg. Por su parte, Greenglass mantuvo que había dibujado los planos de la bomba y que la descripción había sido mecanografiada por su hermana, Ethel Rosenberg. Las pruebas que mostró la acusación contra los Rosenberg eran ridículas, casi patéticas. Constaban de algunos dibujos de pretendidos secretos atómicos, la tarjeta de inscripción en el hotel Hilton, algunas fotografías, y hasta una mesa, ¡ supuestamente entregada por la URSS a los Rosenberg y que la acusación pretendía que disponía de compartimentos secretos para guardar microfilms!, extremo que se reveló después absolutamente falso. En el proceso se llegó a mostrar una hucha en la que estaba escrito: "Ayude a los niños de la república española", como evidencia de la maldad de los Rosenberg. Todas las pruebas eran un cúmulo de falsedades fabricadas por el FBI. Pero la histeria anticomunista no pensaba retroceder ante ningún obstáculo: el caso Rosenberg era ya el centro de la atención de los norteamericanos, y, también, del mundo entero. La manipulación de los medios de comunicación fue vergonzosa, similar al nazismo en cuanto a los procedimientos utilizados. Para ellos, los Rosenberg se habían convertido en unos traidores a su país, haciendo llegar a la Unión Soviética los secretos de la fabricación de la bomba atómica. Todo era mentira. Ni los Rosenberg eran espías soviéticos, ni habían tenido jamás nada que ver con supuestos secretos atómicos. Pero eran comunistas, y, por lo tanto, mentían. La jauría anticomunista compuesta por los hombres del Comité de actividades antiamericanas de Joe McCarthy, las mentiras judiciales -que llegaron al extremo de que las declaraciones de Greenglass y Gold fueran preparadas con agentes del FBI- y unos periódicos cuya única función era mentir e intoxicar a la opinión pública, hicieron el resto. El 5 de abril de 1951 Morton Sobell es condenado a treinta años de prisión, y Julius y Ethel Rosenberg son condenados a muerte. La fecha señalada para la ejecución es el 21 de mayo del mismo año. Las apelaciones consiguen retrasar la ejecución, pero el 21 de noviembre de 1952, el juez Irving Kaufman decide una nueva fecha para la siniestra operación de la silla eléctrica: el 12 de enero de 1953. Se consigue detener otra vez la mano del verdugo. A las 4 y media de la tarde del 11 de febrero de 1953, el expediente completo del caso es entregado en la Casa Blanca, junto con la solicitud de clemencia. Media hora después, la Casa Blanca hace pública una declaración en la que negaba el perdón a los Rosenberg. Julius escribe entonces que esa premura "demuestra al mundo que el presidente Eisenhower jamás leyó el expediente ni vio nuestra solicitud de clemencia." Después, cuando Eisenhower escribe sobre el caso Rosenberg, afirmará que no podía perdonarles porque Ethel era la jefe de la red de espionaje, y, si hubiera sido indultada, la URSS emplearía siempre a mujeres como espías. Se consigue de nuevo el aplazamiento de la ejecución, y el 16 de febrero se fija de nuevo para el 9 de marzo, mientras el mundo entero seguía la agonía de los Rosenberg. El drama y la esperanza continúan: a finales de mayo, el juez Kaufman fija la ejecución para la semana del 15 de junio de 1953. Los ojos del mundo miran hacia la prisión donde Ethel y Julius esperan el milagro: el día anterior, los dos pequeños hijos del matrimonio Rosenberg, Michael y Robert, habían entregado una carta dirigida al presidente norteamericano Eisenhower pidiendo clemencia: los niños no pudieron entregarla más que a un guardia de las verjas de entrada, porque nadie en la Casa Blanca quiso recibirlos, ni siquiera un ordenanza. Con ellos estaban miles de personas, que permanecieron durante horas en la calle en silencio, con el corazón encogido, sabiendo que los Rosenberg estaban a punto de morir, sin concederse un minuto de sosiego. Mientras tanto, Washington había decidido dar un escarmiento a la izquierda, y la ejecución de los Rosenberg formaba parte de la conspiración urdida por el poder, aunque la repercusión mundial del caso llevó al gobierno norteamericano a ofrecer a los condenados el perdón si aceptaban declararse culpables: en un emocionado rasgo de libertad y de coraje, los Rosenberg prefirieron mantener la verdad, aunque les costase la vida. Sabían que ceder ante el poder les condenaría también a una muerte distinta, y condenaría después a muchos otros, condenaría también a millones de personas que, en todo el mundo, habían creído en ellos. En aquellos días, Julius había escrito en una carta a su mujer: "La terrible realidad es que nuestro caso se está utilizando como enmascaramiento para detener a las personas abiertamente progresistas y acabar con las críticas a una política que puede llevarnos a la guerra atómica." La propia Ethel Rosenberg se hace eco del rumor, que llega hasta la cárcel, de que será perdonada por ser mujer, al tiempo que su esposo será electrocutado, siempre que colabore con las autoridades. Era una trampa más: Ethel denuncia con valentía esa abyecta oferta, que, como otras, les llegaron envueltas en medias verdades y sospechosas sugerencias. El 2 de junio de 1953, Brownell, secretario - ministro- de Justicia del gobierno norteamericano, envía un emisario a la prisión para ofrecer el perdón a los Rosenberg a cambio de una confesión. El enviado es Bennett, director de la Oficina Federal de Prisiones, y ofrece a los Rosenberg un pacto: si aceptan las acusaciones de espionaje, personas cercanas a Eisenhower solicitarán clemencia al presidente. Ante la reclamación de Julius Rosenberg de que se repita el proceso judicial, Bennett se niega, horrorizado: su gobierno se expondría durante meses a la presión internacional. No es posible un acuerdo. Tras el fracaso de la misión de Bennett, el matrimonio Rosenberg hace una pública una nota, a través de su abogado, en la que rechazan con firmeza el intento de comprarles: "Nuestro respeto por la verdad, la conciencia y la dignidad humana no está en venta." El 19 de junio de 1953, el presidente Eisenhower se niega a conceder el perdón a los Rosenberg. Decenas de miles de cartas y telegramas habían llegado a la Casa Blanca desde todos los rincones del mundo, desde Europa o el Japón, desde la Patagonia o desde África. Impresionantes multitudes se habían movilizado en todo el mundo, gigantescas manifestaciones habían llenado las calles de París y de Londres, de Moscú o de Roma y millones de personas ahogaban la rabia apretando los dientes y hundían la incredulidad en las gargantas enronquecidas que habían gritado ¡salvad a los Rosenberg! En los cinco continentes, aquel grito rebotaba en las paredes de todas las ciudades y las fotografías de Ethel y Julius eran mostradas en los periódicos, y sus nombres se repetían en las hojas volanderas repartidas por militantes de izquierda o por pacifistas. Mientras, los hombres de Washington permanecían sordos. El presidente, el viejo general Eisenhower, veterano de la Segunda Guerra Mundial, no se conmueve. Ese mismo día, Julius y Ethel son ejecutados en la silla eléctrica, aunque la dignidad de los esposos Rosenberg es más fuerte que el poder norteamericano. El mundo, horrorizado, sin aliento, contemplaba impotente el asesinato de dos personas inocentes. * * * Los Rosenberg eran una pareja que había nacido en Nueva York, en los medios obreros de ascendencia judía. Julius, en 1918, y Ethel en 1915. Frecuentaban los actos de solidaridad, o iban a escuchar a Paul Robeson, el cantante negro y comunista cuyos actos era saboteados por los delicados matones de la Legión Americana, que le lanzaban insultos como judío, comunista, negro. Los Rosenberg eran jóvenes inquietos, que participaban en las iniciativas de solidaridad con la república española. Durante la guerra mundial, Julius colaboró para ayudar a los obreros que eran despedidos bajo la acusación de ser comunistas. Él mismo fue despedido en 1945 de la compañía Signal Corps, donde trabajaba como ingeniero, por las sospechas de la empresa de que fuese miembro del partido comunista. La vida de ambos se había centrado en el esfuerzo por conquistar la justicia y la dignidad, y esa convicción es patente en la correspondencia que se cruzaron mientras estaban en la cárcel. Ethel Rosenberg estuvo nueve meses encarcelada en la prisión de la calle 10 de Nueva York. Allí estaba también, prisionera, en 1951, la dirigente comunista Elizabeth Gurley Flynn, que recogería después en sus memorias la profunda impresión que la dignidad de Ethel Rosenberg había causado entre el resto de las mujeres presas. Cuando Ethel es trasladada al pabellón de la muerte de la cárcel de Sing Sing, cerca de Nueva York, escribe: "estoy encerrada entre las paredes grises de esta prisión como si estuviera en una tumba." Estaba sola en aquel edificio y no veía a ningún ser humano, a excepción de la carcelera. No era mejor la situación de su marido Julius: también estaba en Sing Sing, en una celda de "tres pasos de ancho y cuatro de largo". El techo era una malla de alambre, dos lados eran de planchas de acero y había barrotes de acero en las otras dos paredes. Una débil bombilla le iluminaba: "Mis ojos no pueden resistir más que una hora seguida de lectura". Por las noches, tenía que dedicarse a matar cucarachas. Julius intenta resistir: en una carta a Ethel proclama su voluntad de seguir luchando y acaba la carta escribiendo "¡No pasarán!", escrito así, en castellano, recordando la proclama del bando republicano durante la guerra civil española. No es la única referencia a España que hacen: en otra carta, Julius declara su pesar por las negociaciones del gobierno de Eisenhower con la dictadura franquista y se pregunta cómo su país puede aliarse con fascistas como Franco "para defender la democracia". En la correspondencia recuerdan su solidaridad con España: Julius rememora una manifestación en Times Square, en la que cantaron canciones y en la que ambos sostenían la bandera republicana española. Por encima de todo, está su preocupación por la deriva fascista en Estados Unidos: ambos se hacen eco de las detenciones por motivos políticos que se suceden en el país, en medio de la histeria anticomunista. La feroz campaña de prensa que los presentó como unos criminales sin entrañas, lleva también a Julius Rosenberg a preguntarse por la función de los periódicos, que apoyan la idea de que los derechos constitucionales de los comunistas pueden ser violados, que defienden la idea de que "no se permita a los acusados de rojos enseñar en las escuelas, hablar en la radio, escribir en la prensa, ganarse la vida sólo porque sus puntos de vista son populares." Esa era la libertad de América. Los Rosenberg saben, y así lo escriben, que son "víctimas políticas de la guerra fría". Sufren por su destino y por el destino de sus hijos, y las noticias que les llegan a la prisión sobre la creación de comités de solidaridad en todo el mundo les dicen que no están solos. Cuando ya llevaban dos años en la cárcel les alegra la noticia de que en Chicago se ha celebrado una Conferencia con delegados de los Comités Rosenberg llegados de todo el país: pese a la represión, la solidaridad popular intenta salvarlos. Esa solidaridad es mundial, como pocas veces había sucedido: en Francia, en Italia, en Alemania, en la URSS, en América Latina, millones de personas se movilizan. Obreros, estudiantes, intelectuales, científicos como Einstein o artistas como Picasso gritan ¡salvad a los Rosenberg! Hasta el equívoco Pío XII solicita clemencia, forzando al secretario de prensa de Eisenhower, James Hagerty, a matizar las palabras del pontífice. También la población se moviliza en los Estados Unidos: el 21 de diciembre de 1952, miles de personas llegan a la localidad de Ossining, donde se encuentra la cárcel de Sing Sing, para llevar su aliento al matrimonio. La policía impidió que los manifestantes llegaran a la cárcel y los mantuvo en la estación del tren y los alrededores: entonces, miles de personas empezaron a cantar para que sus canciones llegaran hasta la prisión y fueran oídas por los Rosenberg. No estaban solos. Una simple postal llegada desde Francia, por ejemplo, les habla de la solidaridad del mundo, porque saben por su abogado que miles de postales han sido enviadas desde Europa, aunque los traficantes del odio no se las entreguen. Julius tiene en su celda la portada de una revista de Roma en la que se ve a sus dos hijos bajo el titular "I Piccoli Rosenbergs", que le habla, dice, de "la solidaridad fraternal del género humano". No están solos, ni olvidan el sufrimiento de los demás: en abril de 1953 los Rosenberg recuerdan el aniversario de las víctimas del ghetto de Varsovia. Pero la venganza, ese recurso de los cobardes, perseguirá hasta a los hijos del matrimonio Rosenberg: tras su ejecución, son expulsados de la escuela en el estado de New Jersey, donde los dos niños residían con sus familiares. El inhumano juez Irving Kaufman, en esos años de excesos, llegó a afirmar que el "crimen" de los Rosenberg era peor que el asesinato, porque su comportamiento había hecho posible "la agresión comunista en Corea" y tal vez había causado millones de muertos inocentes. Releer hoy las cartas que se enviaron los esposos Rosenberg desde una celda a otra es terrible. Desde la celda de la muerte, Julius y Ethel resisten hasta el final, aferrados a su inocencia y a su dignidad, sabiendo que no podían ceder, conociendo el destino que les estaba reservado. Cuando reciben la visita de sus hijos -según nos cuenta el abogado defensor de los Rosenberg, Emanuel H. Bloch- "nunca había ni una lágrima. Sólo risas." No querían que sus hijos los vieran afligidos. Cuando los van a visitar, juegan con los niños, hablan de la escuela, les enseñan las barcazas que se veían en el río Hudson a través de los barrotes. Los dos esposos sólo podían hablar entre ellos -vigilados, a través de una rejilla de alambre- durante las dos horas a la semana en que les permitían verse. Podemos imaginar lo que suponía para ellos ese momento. Los Rosenberg llevaban casi tres años en la cárcel. En la petición de clemencia que enviaron al presidente Eisenhower declaraban: "Somos inocentes, tal como lo hemos proclamado y mantenido desde el momento de nuestra detención. Ésa es la absoluta verdad. Renegar de esta verdad es pagar un precio demasiado alto, incluso por el inapreciable don de la vida, porque una vida así comprada no la podríamos vivir con dignidad y respeto." Y añaden: "No somos mártires ni héroes, ni aspiramos a serlo. No queremos morir. Somos jóvenes, demasiado jóvenes, para morir." En la última carta que escribió Ethel Rosenberg antes de ser conducida a la silla eléctrica, mostró su convicción de que ella y su marido eran "las primeras víctimas del fascismo norteamericano". El último deseo que pide a su abogado es que cuiden de sus hijos, y dice: "No estoy sola, y muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia." Era un verano sofocante y extraño, opresivo, en el que dos personas inocentes se preparaban para morir, aunque continuaban luchando contra la ciega maquinaria del rencor: el matrimonio Rosenberg aún tenía esperanza, mientras contaban los días -uno a uno- en la siniestra prisión de Sing Sing. "Sólo la lucha organizada contra los traficantes del odio puede salvar la paz y la libertad.", escribe Julius. Saben que su propio país va a matarlos, y no pueden evitar reparar en el contraste entre esa decisión y otras medidas del gobierno norteamericano: Washington está poniendo en libertad a criminales nazis en Alemania. En su hermoso libro sobre los Rosenberg, el escritor norteamericano E. L. Doctorow ha hablado de "la silla eléctrica como metodología de la economía capitalista". No es un exceso. Julius Rosenberg, aquel muchacho que vibraba con las canciones de la guerra civil española, que blandía la bandera tricolor en solidaridad con la España republicana, fue el primero en morir en la silla eléctrica, en un verano extraño, sofocante. Ethel siguió sus pasos. Cuando la llevaban a la sala donde iba a ser asesinada, ya sabía que su esposo había sido ejecutado. No podemos saber cómo se sentía: sólo podemos imaginar su mirada por los pasillos de la penitenciaría, su gesto libre espiado por los carceleros, prisioneros de su propia vergüenza infinita; apenas suponer su desnuda congoja, su rostro transparente como un relámpago de libertad. Ethel Rosenberg mantuvo la entereza hasta el final. En la habitación de la muerte, abrazó a su guardiana, que había estado con ella durante los dos últimos años y que no pudo reprimir las lágrimas, se sentó con dignidad, y dejó que le atasen las correas de la silla eléctrica. Publicado en El Viejo Topo, junio 2003

Una amenaza para la democracia
Durante el período conocido como «caza de brujas», protagonizado por el senador católico McCarthy con el objetivo de perseguir la incursión comunista en Estados Unidos, la gran nación democrática bordeo la tentación fascista, al pasar por un período inquisitorial durante el cual muchos ciudadanos inocentes sufrieron persecución por simples sospechas. Veamos los hechos.
Para impedir la penetración nazi en Estados Unidos fue creado en 1938 el Comité de Actividades Antiamericanas. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, su patrocinador, el senador Ranking, consiguió reactivarlo cuando estaba a punto de ser disuelto y fue convertido en una Comisión permanente de la Cámara de Representantes. La Guerra Fría dotaría a esta Comisión de un objetivo claro: la represión del comunismo en Estados Unidos.
A los pocos días de proponer Truman, en marzo de 1947, su programa para la contención del comu­nismo en Grecia, se aprobó el Programa de Lealtad de empleados federales, orientado a descubrir funcionarios infiltrados, cuyo objetivo sería supuestamente pasar secretos a la Unión Soviética. Las tensiones de la Guerra Fría —bloqueo de Berlín, Alianza Atlántica— y sobre todo el estallido de la primera bomba atómica soviética en 1949 llevarían esta prevención anticomunista a un estado de histeria. Toda persona considerada sospechosa era inscrita en una lista, privada de su puesto de trabajo o internada en un centro de detención.
Espoleadas por McCarthy, las se­siones del Comité de Actividades Antiamericanas, en un clima de sos­pecha alimentado por la difamación y los rumores, descubrieron efecti­vamente algunos culpables pero a costa de perseguir a muchos inocentes. El senador católico elevó el nivel de los acusados cuando intentó acu­sar al prestigioso general Marshall, y ya en el mandato de Eisenhower, al secretario del ejército. Los méto­dos de McCarthy terminaron por desacreditarlo y fue destituido en 1954, aunque todavía continuó con menor ritmo la actividad del Comité durante algunos años.
Método: delación
Olvidando el principio jurídico de la presunción de inocencia, ante cualquier denuncia el Comité aplicaba la presunción de culpabilidad y era el acusado quien tenía que desmentir y aprobar su no pertenencia o simpatía por el Partido Comunista. Quienes reconocían su culpa, podían lavarla delatando a sus camaradas. El clima de relación se extendió por algunos círculos culturales y tuvo su momento culminante en las audiencias del Comité en 1951. El récord fue batido por el guionista de cine Martín Berkeley al denunciar 162 nombres de presuntos infiltra­dos en la industria cinematográfica.
De esta forma, se confeccionaron listas negras. La publicada por el Congreso en 1952 incluía 342 nombres de «antiamericanos», a los que no se debía proporcionar trabajo en ninguna actividad.
McCarthy instó a que se constituyeran en las ciudades comités y grupos de vigilancia privados. Miles de personas perdieron sus trabajos, se negó el pasaporte a los sospechosos de comunismo y procesó a numerosos residentes extranjeros.

Actores y actrices famosos delante del Capitolio opuestos a la «caza de brujas»
Dos procesos famosos
En esta atmósfera de sospecha no todas las víctimas eran inocentes. Con la indagación tenaz de un miembro del Comité, Richard Nixon, futuro presidente, se descubrió que un antiguo alto cargo del Departamento de Estado, Alfred Hiss, era un espía soviético. A su favor testificaron políticos destacados, entre ellos el Secretario de Estado Acheson, pero otros testimonios y algunas pruebas llevaron a su condenapor espionaje. El caso Hiss fue aprovechado por la derecha republicana para acusar a los demócratas de im­prudencia en la defensa de la seguridad nacional.
Más importante fue el proceso seguido contra los esposos Julius y Ethel Rosenberg (1950-1953), acusados de pasar secretos atómicos a Rusia. Detenidos por el FBI, fueron declarados culpables sin pruebas suficientes y condenados a muerte. A pesar de la campaña internacional en su favor fueron ejecutados en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing el 19 de junio de 1953. Muchos años después se ha sabido que, aunque efectivamente pertenecían al Partido Comunista, los secretos transmitidos no tenían la trascendencia que pretendió el hermano de Ethel, David Greenglass, quien denunció a su familia para conseguir un trato favorable en las acusaciones que pesaban sobre él. Y que en cualquier caso había sido una actuación de la esposa, pero probablemente sin participación de Julius Rosenberg.
«Caza de brujas» de Hollywood
Uno de los blancos de la inquisición política fue el mundo del cine, entre otras razones porque la audiencia a directores y actores famosos proporcionó a los miembros del Comité una extraordinaria publicidad. Convocados a declarar 41 sospechosos, 19 de ellos se negaron a comparecer, juzgando la actuación indagatoria contraria a la Constitución, entre otros el escritor Alvah Bessie, el guionista Dalton Trumbo, el director Edward Dmytryk. En apoyo de los que fueron motejados de «testigos inamistosos» se movilizó el denominado Comité de la Primera Enmienda, que integró a cerca de 500 profesionales del cine. En esa circunstancia defendieron la libertad figuras famosas, como Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Gregory Peck, Katherine Hepburn, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Gene Kelly, John Huston. Entre los que colaboraron con el Comité y denunciaron a otros cineastas, pronunciando además dis­cursos patrióticos de tono anticomunista, comparecieron Gary Cooper, Ronald Reagan, Robert Taylor.En la lucha entre el Comité de Actividades Antiamericanas y el Comité de la Primera Enmienda, la posición de la industria del cine, con la negativa de trabajo a los sospechosos, decantó la balanza produciendo deserciones en las filas de los defensores de la libertad; fue el caso de Humphrey Bogart, que se dio de baja de su Comité, y el del director Dmytryk, quien tras se condenado a seis meses de cárcel decidió, ya en prisión, confesar su militancia comunista y su arrepentimiento, proporcionando una lista de 26 correligionarios de partido. Con esta claudicación pública salió en libertad y encontró trabajo inmediatamente.
Perseguidos ilustres

Entre las víctimas de la histeria anticomunista hay que recordar a Charles Chaplin. Su confesión de que nunca había sido comunista ni había pertenecido a ningún partido no impidió que supiera que sería llamado a declarar. Decidió no regresar a Estados Unidos y fijó su residencia en Suiza.Muchos profesores universitarios se encontraron en dificultades o sin trabajo. Y algunos escritores figura­ron entre las filas de sospechosos de antiamericanismo. El alemán Bertold Brecht se vio obligado a atender las solicitudes del Comité, por su carácter de extranjero, aunque no por ello abandonó su apoyo al Comité de la Primera Enmienda. El genial guionista Dalton Tnimbo no pudo firmar con su nombre algún filme excepcional; sólo en 1960 se supo que era el responsable del guión de «Éxodo» y «Espartaco». El novelista Dashiel Hammet, autor de novelas negras, entre la que destaca El halcón maltés, se negó a testimoniar y fue condenado por desacato. Tras cinco meses en prisión, fue puesto en libertad por su penoso estado de salud.En este periodo, en una de las pa­trias de la libertad, fue precisamente la libertad la que se vio en peligro.
Un interrogatorio inquisitorial
(...) Una semana después recibí una llamada telefónica del Departamento de Inmigración para decirme que desearían formularme algunas preguntas. ¿Podían venir a mi casa?
—Desde luego —contesté.
Vinieron tres hombres y una mujer; la mujer traía una máquina estenográfica. Los otros llevaban unas cajitas cuadradas que contenían, indudablemente, magnetófonos. El principal interrogador era un indivi­duo alto y delgado, de unos cuarenta años, apuesto y astuto. Me di cuenta de que eran cuatro contra uno, y que debí haber hecho que es­tuviera presente mi abogado, aunque no tenía nada que ocultar. Los conduje a la veranda y la mujer llevó su máquina estenográfica y la colocó sobre una mesita. Los otros se sentaron en un diván, con los magnetófonos delante. El interrogador sacó un dosier de unos treinta centímetros de alto, que depositó cuidadosamente en la mesa que tenía junto a él. Me senté enfrente. Luego empezó a hojear su dosier, hoja por hoja.
—Es Charles Chaplin su verdadero nombre?
—Sí.
Algunas personas dicen que su nombres es... (aquí mencionó un nombre de evidente sonido extranjero) y que usted es originario de Galitzia.
—No. Mi nombre es Charles Chaplin, como mi padre, y nací en Londres, Inglaterra.
—Dice usted que no ha sido nunca comunista?
—Nunca. No he formado parte jamás de una organización política en mi vida.
—Usted pronunció un discurso en el que dijo «camaradas». ¿Qué quería usted dar a entender con eso?
—Exactamente eso. Busqué la pa­labra en el diccionario. Los comunistas no tienen la exclusiva de esa palabra.
Continuó con preguntas por el estilo; luego, de repente inquirió:
—>Ha cometido usted alguna vez adulterio?
—Oígame —le contesté—, si está buscando una argucia para echarme del país, dígamelo y arreglaré mis asuntos de acuerdo con ello, porque no deseo permanecer en ninguna parte donde se me considere perso­na non grata.
—Oh, no! —me dijo—; es una pre­gunta que se hace al tramitar todos los permisos para una nueva entrada.
—Cuál es la definición de «adulterio»? —pregunté.
Los dos buscamos en el diccionario.
-Significa "fornicaciòn con la esposa de otro hombre" - me dijo
Reflexionè un momento
No, que yo sepa -le dije
-Si este paìs fuese invadido , lucharìa por defenderlo?
-Con toda seguridad, quiero a esta Naciòn, aquì tengo mi hogar y aqui he vivido durante 40 años -contestè
-Pero Ud. no se ha hecho ciudadano americano.
-No hay ninguna ley en contra de eso. Sin embargo pago aqui mis impuestos.
-Pero por que sigue las consignas del parido?
- Si Ud. me dice lo que son las consignas del partido y de que partido podrè contestarle si las sigo o no.
Como eres marciana y lunática me tienes que entender porque una vez te ví montando en la Luna a una escoba eléctrica
Soy una marciana radicada en la luna con grandes astros en los ojos y constelaciones en el ser“

Pero si buscas algo de la memoria que te estoy contando sobre el movimiento obrero ferrocarrilero, no aparece absolutamente nada, y menos del accidente ferrocarrilero en Pacho Viejo. Un tren de carga se descarrila en Pacho Viejo sobre los viejos vagones de casas de peones. Un ferrocarril pasajero lo alcanza, es el Nocturno que venía retrasado, pero puedes ver en esta foto como los pioneros están tratando de despejar la vía. Por eso cuando veo un encino convertido en durmiente, me acuerdo que la cruz de un durmiente encino, enchapopotado, bañado en alquitrán fue el único monumento que quedó en Pacho Viejo.

Moisés Evaristo Orozco Leal
Amanuense Zenaydita Berdejo Geraldo

Unknown dijo...

Hola Nana, estube a unos pasos de tu trabajo, pero como no había visto la foto que colgaste, pues no logre ubicar el edificio... una pena. Será la proxima.
En cuanto a las observaciones que haces hoy, lo de las macetas sucede también en Osaka, y lo de las aceras se lo comenté a un amigo japonés, pero le parecio extraña mi observación... supongo que para él eso es normal.

De oeste a este ( y viceversa) dijo...

Que razon tienes Nana. Por cierto acabo de descubrir tu blog y te enlazo al mio !me encanta tu blog!
www.fani73.com