Es algo que falta bastante en España. ¡Y justificadamente! Cuando nos agarramos el bolso en la calle, cuando miramos mal al que se acerca a lo lejos... pero es que estamos tan acostumbrados a que nos intenten tomar el pelo, que ya correteamos a la defensiva por la calle, apretando el paso... no vaya a ser que alguien nos siga.
A veces me preguntaban por qué los japoneses se duermen en el tren de forma tan masiva y fulminante. Bueno, quizás estén cansados, sí... pero yo creo que, simplemente, duermen porque pueden permitírselo.
Saben que si se quedan dormidos, la maleta que han dejado en el estante sobre sus cabezas no va a desaparecer, que nadie va a intentar meterles la mano en el bolso... entre muchas otras cosas. Existe un sentimiento constante de seguridad, de confianza mutua entre todos los habitantes de la ciudad.
Cuando fui a Alemania, me encontré que tenían un curioso sistema para contabilizar las cervezas que llevaba pedidas el cliente:
¡Dibujan una ralla a lápiz en el posavasos por cada vez que te llenan el vaso!
Cierro los ojos y me imagino lo que pasaría en España si se intentara hacer igual:
1- La gente iría con una goma de borrar en el bolso.
2- Se traerían posavasos en blanco que les habría traído alguien que trabaja en un bar.
3- Descaradamente, se limitarían a decir que han perdido el posavasos o que se lo ha llevado el aire.
¿Por qué no podemos confiar en el de al lado? Porque el de al lado no confía en nosotros.
El pez que se muerde la cola, la eterna maldición de éste país.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
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