Delante de la estación de Japan Railways (JR) de Shinjuku, en el centro del centro de la ciudad, hay una plaza rodeada de edificios y tiendas de electrónica y gente con megáfonos y transeúntes y más transeúntes y restaurantes y vías férreas elevadas y cruces luminosos y pantallas por todas partes.
Allí, haciendo esquina en esa plaza, hay lo que seguro que cualquier visitante espera encontrar sin dificultad en esa urbe de cemento y cristal:
Una frutería.
Porque Tokio es así, se pasa de las cámaras reflex a los melocotones en menos de dos metros.
- ¿Qué es eso?- le dije a Ami.
- ¿El qué?- Se quitó la cucharilla del helado de la boca.
- ¿Es una sandía cuadrada?- Digo acercándome al puesto, cuya fruta estaba expuesta dando a la calle.
- Sí... ¿Qué pasa?- Me dijo intrigada.
- Pues que había leído de ellas en internet... pero no esperaba que fuese cierto que existen.
- ¡Pues claro que existen! ¿Cómo no iban a existir?- Se rió de esa forma tan suya.
-¿Cómo que cómo no iban a existir? ¡Son cuadradas! Es antinatural.
- ¿Todas las sandías en Europa son redondas?- Me dijo como si acabase de decir un disparate.
- ¡Pues claro que sí!
Me miró de nuevo con los ojos abiertos como platos. Me daba la sensación de que estaba sinceramente sorprendida. ¿Es que acaso éramos nosotros los raros?
- ¿Y cómo son de grandes las sandías?
Le hice un círculo con los brazos, tocándome los codos con las manos, y haciendo una mueca dije:
- Más o menos así...
Se quedó mirando el círculo, relativamente grande, que dibujé entre mis brazos.
- Los europeos estáis locos...- sonrió.
- ¿Qué dices? Sois vosotros los que lo estáis... ¡Sandías cuadradas! ¿Pero para qué las queréis cuadradas?
- ¿Cómo las metéis en la nevera, ¿si no?
Me quedé en silencio absoluto.
- ¿Meterlas en la nevera? - Recuerdo las batallas de mi madre para meter al gigante verde en el frigorífico, partiéndola en dos y sacando todas las botellas de coca-cola y zumo para volver a ponerlas por encima de la carne y el pescado... - ¿Son cuadradas por eso?
- ¡Pues claro! ¿Por qué te pensabas que era?
- Ay, no sé... porque os gusta llevar la contraria.
Volvió a reírse, como de costumbre.
- Estáis todos locos...- me dijo.
- Pues... puede que sí.
De repente, la idea de tener una sandía redonda me pareció una completa estupidez.
domingo, 19 de julio de 2009
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